La vulnerabilidad suele asociarse a la pobreza; pero se puede no ser pobre y sí estar indefenso o vulnerable, al no tener posibilidades de enfrentarte a quien desgasta tu bienestar o prioriza el de otros.

La creación de riqueza no admite ideología. La imprescindible solidaridad necesita ideas más que ideologías; requiere de criterios inteligentes y justos para aplicarse a conciencia en favor de los vulnerables silenciosos, antes que sobre algunos necesitados más ruidosos y rentables electoralmente, pero menos vulnerables.

En nuestra sociedad afortunada, aunque con muy diferentes valores de fortuna, los más indefensos ante el absolutismo estatal son los pensionistas y las personas con dependencia. Dependiente es tanto el enfermo como el cuidador familiar que no puede trabajar por cuenta ajena porque trabaja durísimo por amor; sin posibilidad, por ello, de tener ingresos laborales.

«Los más indefensos ante el absolutismo estatal son los pensionistas y las personas con dependencia»

Es necesario dar cobertura al recién despedido que pagaba sus impuestos y que, de repente, se queda sin ingresos mientras continúan sus gastos. Es imprescindible dar cobertura al trabajador que enferma y al emprendedor que tropieza. Pero ello requiere de una persecución implacable al fraude fiscal, laboral, sanitario, moral.

Hay parados voluntarios, estudiantes cobrando subsidios, exiliados laborales cobrando el paro, gente (gentuza) disfrutando de años sabáticos con fondos públicos, bajas eternas por molestias indefinidas, chorizos y sinverguenzas de toda condición.

Ya sé que es una pena no encontrar trabajo en el pueblo de cada uno; pero hay otros pueblos, otras ciudades y otros países donde trabajar. Lo que no es una pena, sino una realidad brutal, es que cuando tienes setentaytantos u ochentaytantos no tienes movilidad geográfica porque apenas tiene movilidad física. Cuando tienes Alzheimer o ELA, o una desgracia te postró a ti y encadenó a ti al cuidador que te ama; no hay opción a renunciar a un trabajo porque me queđa lejos de casa, me pagan poco o no es de lo mío.

«Ya sé que es una pena no encontrar trabajo en el pueblo de cada uno; pero hay otros pueblos, otras ciudades y otros países donde trabajar»

Tenemos una tendencia a exigir derechos inversamente proporcional a la de cumplir obligaciones con las que sustentar los derechos de todos. Solemos ser campeones de la exigencia y meros participantes desganados de la obligación.

Ya sé que todo es reflejo de la condición humana, y que como tal no se puede cambiar. Pero ¿qué es el Estado sino la elevación común y consensuada sobre la miseria humana? ¿No le damos al Estado derecho a ejercer la fuerza sobre el que nos violenta, o a privar de libertad al que nos supone una amenaza? Pues entonces ese Estado debe preservar, con nuestro consenso y exigencia, las prioridades en su justo orden.

Primero pensiones suficientes en volumen económico y en dignidad a quien trabajó toda la vida, o se casó con quién trabajo toda la vida pero no pudo trabajar porque era mujer y no eran tiempos de libertad para la mujer (malditos tiempos). Primero, también, los que tienen la realidad de la enfermedad y sus capas de dolor, amor y exigencia entremezcladas.

Y si llegase para algo más ya habrá subsidios al desempleo, centros cívicos, observatorios, proyectos de emprendizaje, subvenciones a las semanasantas o a las fundaciones de los cheguevaras, catas públicas de jamon y vino o aceite, aramones o motorlanes, semanas del cine, carril bici, semáforos con falta o pantalón, conciertos callejeros, museos gratis, carreras populares, cincomarzadas, planes PIVE, y tal, y tal, y tal…

Mientras haya pensionistas desvalidos, viudas cobrando pensiones de vergüenza, enfermos crónicos que requieren del sacrificio total y gratuito de familiares e injusticias similares; metámonos por donde nos quepa este puñetero criterio del estado del bienestar de los que tenemos, gracias a Dios o al diablo, dos manos y una cabeza más o menos amueblada para trabajar como sea, donde sea y por lo que sea.

Perdón por la vehemencia, pero no puedo aguantarme ante injusticias tan flagrantes en este mundo trufado de falso buenismo, incompetencia y silencio cómplice.