Seguro que tú que estás leyendo ahora mismo esta columna tienes en tu mente tu forma de interpretar el éxito, un éxito, tú éxito.

Bien, sea esperando una mejora de tu puesto de trabajo, esperando que ese negocio que has emprendido revierta en un enriquecimiento económico, esperando que ese amor por el que estas luchando se vuelva recíproco, etc. Todos tenemos en nuestra mente un propósito que es el que le da sentido a nuestra vida, ya sea a corto, medio o largo plazo todos pensamos que alcanzándolo será nuestro éxito, lo que nos dará la felicidad eterna. Siento decirte que no es así, en la vida sufrimos por lo que no tenemos e incluso cuando lo conseguimos sufrimos por miedo a perderlo.

Como ya dije en la columna anterior, mi profesión me hace vivir la vida rápida e intensamente lo que conlleva experimentar y vivir multitud de situaciones. Entre ellas el “éxito” tal y como lo etiquetamos los humanos, triunfar una tarde, cortar las orejas, salir por la puerta grande con la adulación de miles de personas. Desde luego ese triunfo es un éxito, pero no es el éxito, porque no nos otorga la felicidad eterna.

Ese éxito tiene fecha de caducidad, se convierte en algo efímero a los dos días cuando el éxtasis desaparece y las aguas se calman. La persona que habita dentro del torero vuelve a ser la misma, vuelve a vivir la soledad de quien ha apostado todo a un sueño, renunciando, no como sacrificio, sino como pasión hacia ese sueño, a muchos momentos de felicidad que se presentan por el camino; un amor idílico, un puesto de trabajo que otorgue seguridad o vivir la vida como la mayor parte de la sociedad.

Y es entonces desde esa soledad, desde lo más profundo de mi (nuestro) interior y después de haber pasado, no una, ni dos, sino varias turbulencias profesionales y personales muy intensas cuando llegas a la conclusión de lo que realmente es el éxito.

El éxito no es alcanzar la cima de una montaña, no amigo, no lo es, y no lo es por el mero hecho de que el ser humano en su mayor o menor medida es ambicioso, y sabemos que al alcanzar la cima de la montaña que nos hemos propuesto llegaran otras muchas montañas por lo cual, nunca tendremos el éxito como tal en la cima de cada montaña (consecución de nuestros propósitos) sino en el camino que nos lleva a esa montaña.

Para ello tenemos que ser capaces de vivir el ahora, disfrutar del camino, de todo lo que en el momento presente vivamos en ese trayecto.

Y es ahí, viviendo el momento presente cuando disfrutas del camino, sin el afán de pensar en la cima como algo futuro, cuando realmente te das cuenta de lo que es el éxito.

Sí amigo, el éxito se encuentra en el camino, en disfrutar cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día, de lo que hagas, como lo hagas y con quien lo hagas. El éxito es disfrutar del camino.