La última atracción de Podemos se llama «tramabus» y pretende dar a conocer lo que nadie podía imaginar: que los poderes políticos y los económicos tienen intereses mezclados y se hacen favores entre sí.

Cuando lo leyó, Pablo Iglesias debió soltar algo parecido al “¡Qué escándalo, en este local se juega!” del Capitán Renault en Casablanca. No he leído el libro, pero creo que airear este tipo de casos es muy valioso para quienes criticamos el exceso de poder del Estado y la falta de control que tenemos sobre él, y es el mayor argumento de los liberales para exigir un Estado más controlado y más pequeño, a pesar de que el mensaje de Pablo Iglesias esté siendo justamente el contrario.

«Airear este tipo de casos es muy valioso para quienes criticamos el exceso de poder del Estado y la falta de control que tenemos sobre él»

Pero no es porque se equivoque, no se confundan, sino porque para sus intereses es necesario acusar solo al sector privado, al PP y al PSOE de ser «mala gente» en la que no se puede confiar, aunque eso suponga que la gente al final siga sin enterarse de nada y no se resuelva el problema del que tanto finge escandalizarse. Porque en cualquier caso de corrupción es fundamental determinar quién es el verdadero culpable, y esa es la clave del debate.

Cuando Zapatero indultó a Alfredo Sáez para evitar que fuera a prisión, todos tenemos claro que tuvo que recibir algo a cambio. Cuando Rajoy permitió que La Sexta y Antena 3 se fusionaran contra el criterio de todos los expertos e incluso de las autoridades de Competencia, resulta evidente que tuvo que recibir algo a cambio.

Cuando cualquier alcalde recalifica un terreno para que un empresario se embolse unos cuantos millones, cualquier hijo de vecino sabe que ha habido maletines de por medio. Pero hay algo que es común a todos los casos: un representante público ávido de ganar más dinero.

Por supuesto es también la situación del empresario, pero de él podemos decir que ganar dinero es su razón de ser: para ayudar al prójimo montaría una ONG, no una empresa. Pero cuando un representante público, que recibe un sueldo fijo acorde con sus responsabilidades está ávido de ganar más dinero, entonces es cuando tenemos un problema.

Ningún empresario tiene en su mano la capacidad de firmar un indulto, un decreto, una recalificación ni un nombramiento público. El empresario es, de algún modo, la tentación: le presenta al empresario el maletín, los trajes, los sobres o los viajes pagados, pero es el sector público el que acepta el soborno, el que cae en la tentación y firma el papel.

«Ningún empresario tiene en su mano la capacidad de firmar un indulto, un decreto, una recalificación ni un nombramiento público»

Un caso similar fue un hecho por el que la Iglesia pidió perdón hace unos años y que, entre otras cuantas cosas, provocó el mayor cisma de la Historia en el seno de la Iglesia Católica: la venta de bulas e indulgencias para perdonar los pecados.

Si tuviéramos que juzgar el caso, ¿a alguien se le ocurriría decir que el culpable era quien compraba las bulas y las indulgencias? ¿Que nada hubiera pasado si nadie hubiera querido comprarlas y que por tanto la Iglesia no tenía ninguna culpa en todo el tema? ¿O que el problema eran los Obispos que lo llevaban a cabo y no la Iglesia en si?

Al contrario: quienes no tenían ninguna culpa fueron quienes las compraron. Quien se había corrompido hasta el punto de vender la salvación del alma por un puñado de monedas de plata fue la Iglesia. Fue la única culpable. Porque solo ella tenía el poder de hacer algo así. Si los ricos hubieran traído una bolsa de oro para comprar una indulgencia y el Obispo de turno les hubiera dicho que con oro no podían limpiar su alma, nunca se habría desatado aquella trama.

De la misma forma, si un alcalde se niega a hacerle un favor a un empresario por más maletines que le presente, nunca se llevará a cabo ese acto de corrupción. El empresario con toda probabilidad acabaría ante la justicia por intento de soborno y asunto zanjado. Y, salvo que tengamos control sobre él (que no es el caso en España), dependemos únicamente de la honradez de la persona en cuestión. O lo que es lo mismo: estamos vendidos.

La «trama» de la que habla Podemos es real, existe y existe además desde que el mundo es mundo. Y la única manera de protegerse de ella es ofreciendo más control al pueblo sobre el Estado. No necesitamos que gobierne la gente, solo necesitamos que quien gobierne esté sometido a la gente. Porque es más peligroso para la sociedad cualquiera de nosotros gobernando sin control que el peor dictador de la Historia gobernando bajo un auténtico control del pueblo soberano.

«La trama de la que habla Podemos es real, existe y existe además desde que el mundo es mundo»

Porque la corrupción es un problema de lo público. Y no es un problema de personas, sino de sistema. Por eso en España hay corrupción en todos los partidos, en todos los estamentos del Estado y en todas partes: porque el poder tiende a corromper y en España el control real del pueblo sobre esos asuntos es ridículo.

¿Han oído a algún partido pedir más control? No lo quieren, ningún partido lo quiere. Quieren que nos fiemos de ellos más que de los otros, no que les controlemos más.