Leo en Twitter que el Partido Aragonés ha presentado una propuesta que pretende hacer de Zaragoza ciudad de referencia del sur de Europa, que sea cómoda para sus ciudadanos, fomente el empleo y le dote de una proyección exterior que ahora no tiene.

Elaborar un modelo de ciudad «definido e innovador, actualizado, urbano cien por cien y atractivo para la gente». Felicidades al Capitán Obvio por tan excelente campaña. ¿O alguien puede estar en contra de una propuesta de estas características?

Hablando en serio, hay algo inquietante y confuso en este anuncio a bombo y platillo.

En primer lugar, inquietante para el ciudadano con un mínimo de pensamiento crítico, cuando ves que no ofrece nada nuevo. Ninguna medida concreta, ninguna novedad. Solo inconcreciones dignas de la mejor cancamusa.
Hay algo profundamente heroico en indicar a los demás, con gran esfuerzo dialéctico, lo que es clara y rematadamente evidente. Pero hace ya una década que el Alcalde Belloch promovió iniciativas que cristalizaron en eventos de gran repercusión para la ciudad y su área de influencia, como la Expo Zaragoza 2008. Al mismo tiempo, asociaciones como Ebrópolis, por ejemplo, llevan dos décadas “haciendo ciudad mediante la reflexión estratégica, implicando a los agentes y ciudadanos en el desarrollo de Zaragoza y los municipios de su entorno”.
Segundo, la confusión viene de la declaración de promoverlo desde una perspectiva de aragonesismo. Como si ese adjetivo dotara al proyecto de una legitimidad adicional. A buen seguro, los defensores de esta idea defenderán una perspectiva cosmopolita sin perder la esencia del aragonesismo. Pero esto es, sencillamente, una quimera. Mientras el mundo avanza en una dirección, queremos remar contracorriente.

Lo estudió el sociólogo Robert K. Merton en la década de 1950 estudiando la estructura social de una pequeña ciudad americana de Nueva Jersey. Encontró que los miembros más influyentes de la ciudad eran, o bien “locales” o bien “cosmopolitas”. Explicaba Merton que los cosmopolitas tienen una orientación y un marco de referencia universal, los localistas lo tienen en su entorno más próximo.

Cuando hablan, los cosmopolitas relacionan su conversación con lo que pasa en el planeta, los localistas lo relacionan todo con su ciudad. Los cosmopolitas hablan de su entorno como si fueran a irse en cualquier momento. Los localistas hablan de ella como si fuera el centro del universo. Los cosmopolitas obtienen el éxito a través de su capacidad y no les importa la competencia, los localistas alcanzan el poder a través de sus conexiones y buscan la protección continua. Proteccionismo localista, ¿les suena a algún partido? 
Abogar por una visión cosmopolita tiene muchas implicaciones, porque será más difícil de gestionar. También porque supone una amenaza para las jerarquías locales y sus formas de ver la vida. Hasta un cierto punto, esa actitud cosmopolita implica “sospechar” de personas y políticos demasiado vinculados con estos estados nacionales, o instituciones autonómicas y locales.
Por ese mismo motivo, nunca podrá ser modelado desde la visión parcial de un partido político. Será la sociedad civil y la colaboración público-privada quienes den forma a ese cambio e impulsen estas iniciativas.

Afortunadamente, ya todo el mundo se conoce y el entusiasmo inicial da paso a una cierta pereza mental, aunque sólo sea por la repetición del ritual de adjudicarse méritos que puedan mantener a sus acólitos. Nada nuevo bajo el sol.