Creo que no hay término con más probabilidades de confundir al personal que el de remunicipalización. Porque da a entender que el pueblo va a recuperar algo que le han quitado, que le pertenece por derecho y que un neoliberal que pasaba por allí se lo birló un día al alcalde en un descuido.

Y por eso se ha convertido en una especie de palabra fetiche en nuestra alcaldía, una suerte de amenaza irrebatible, de espada justiciera en manos torticeras: ‘¡a que te municipalizo!’. Pero no se engañen: si la gestión de determinadas tareas (limpieza, parques y jardines, fuentes…) lo gestiona hoy una empresa privada (en el caso de las que nos ocupan bajo un estricto control del Ayuntamiento, ojo) es por un tema de pura eficiencia, de conseguir objetivos, de lograr que la ciudad se mantenga limpia.

«Una especie de palabra fetiche en nuestra alcaldía, una suerte de amenaza irrebatible, de espada justiciera en manos torticeras»

Porque los informes que afirman que esos servicios serían más baratos con una gestión pública no contemplan los costes que tendrían esos mismos servicios después de 5 o 6 años de gestión pública, esa gestión que inevitablemente desemboca primero en aumentos de costes desmesurados, luego en recortes para ‘racionalizar los gastos’, y finalmente en un servicio pobre y raquítico que necesita pasar otra vez por manos privadas para volver a ser eficiente. Así que no, no es el aspecto económico el que hay que analizar.

Porque en términos generales, Zaragoza es un ciudad limpia, y no es porque los zaragozanos seamos ejemplo de limpieza (que no lo somos) sino porque el servicio público que actualmente gestiona FCC es eficiente y estricto.

Y eso es lo que no tendríamos si su gestión volviera a estar en manos del Ayuntamiento, en manos de tipos como el señor Cubero, quien desde que trabaja (es un decir) como concejal ha dejado claro que sus rencillas y batallas personales están por encima de cualquier tipo de necesidad consistorial o de la ciudadanía, y hace pensar que el que la limpieza pública sea mejor o más barata gestionada por él o por FCC le importa un soberano pepino.

«Sus rencillas y batallas personales están por encima de cualquier tipo de necesidad consistorial o de la ciudadanía»

Pero este debate sobre la gestión pública o privada no es mera teoría: cualquiera puede disfrutar de las maravillas de la gestión pública de los servicios entrando en una oficina de Correos.

Quien entre de vez en cuando en una de ellas sabe a lo que me refiero: empleados que se mueven como si llevaran las tripas llenas de kryptonita, que te miran desde las ventanillas como si fueras un vendedor de enciclopedias y cuando pita tu número y logras que por fin te atiendan su lentitud e incompetencia siempre es culpa de que la informática no funciona bien o que otro no ha hecho bien las cosas.

Ellos nunca se equivocan, pero todo va siempre lento y mal. Eso es la gestión pública: ineficiencia sin responsabilidades.

Así que durante los próximos años, mientras Podemos siga teniendo quien le escuche, seguiremos oyendo hablar de municipalización, como si fuera un amuleto que hará asentir al personal independientemente de lo que se diga a continuación.

«Mientras Podemos siga teniendo quien le escuche, seguiremos oyendo hablar de municipalización»

Igual que hemos vuelto a plantar tranvías en todas las ciudades aunque tengan los mismos problemas e inconvenientes que cuando los quitamos, seguiremos oyendo hablar de gestión pública de los servicios aunque vaya a ser igual de ineficiente que cuando se decidió privatizar.

Porque como dijo el difunto Pérez-Cepeda en el célebre tuit que sigue fijado en lo alto de su perfil en Twitter, “en cada generación hay un selecto grupo de idiotas convencidos de que el fracaso del colectivismo se debió a que no lo dirigieron ellos.”