Han tenido que pasar 13 años para que la realidad nos colocara en nuestro sitio. Somos vulnerables al terrorismo yihadista, un fenómeno global que afecta a numerosos países de oriente y de occidente.

Aunque nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad hagan un trabajo impecable, tanto preventivo como reactivo cuando el atentado ya se ha consumado, aunque la comunidad musulmana colabore estrechamente con éstos denunciando a los radicales, aunque se implementen programas y medidas de integración social, aunque se lleven a cabo campañas contra la discriminación y la xenofobia, factores éstos intrínsecamente relacionados con los índices de radicalización, ha sucedido de nuevo.

La distancia o lejanía percibida sobre los atentados sucedidos en el resto de Europa, vistos desde el plasma del salón o desde nuestros smartphones, se ha desvanecido, en España también podemos sufrir estos ataques.

Ahora es más plausible que una furgoneta o un camión le arrolle a uno o a un ser querido mientras pasea tranquilamente por su ciudad, antes también lo era, pero ese riesgo no se percibía igual.

«Ahora es más plausible que una furgoneta o un camión le arrolle a uno o a un ser querido mientras pasea tranquilamente»

Los medios de comunicación recuerdan una recomendación de seguridad del Ministerio del Interior respecto a la instalación provisional de bolardos o maceteros con la finalidad de establecer medidas de protección física que impidan ataques de similares características en lugares de alta concurrencia de personas.

Los ataques de Niza y de Berlín en un mercado navideño motivaron estas medidas preventivas, que todos los Ayuntamientos cumplieron.

Después se levantaron las excepcionales medidas, la instrucción ya se había cumplido, pero ¿qué hay de los puntos donde la afluencia de personas es elevada cualquier día del año?

Los medios indican que por las Ramblas pasean 230.000 personas al día, por este motivo se critica la falta de previsión de la regidora barcelonesa y otros responsables de la Consejería de Interior del Gobierno Catalán.

Un zaragozano pasea junto a un bolardo en el centro de la ciudad / H.A

La alcaldesa ha respondido descartando las medidas preventivas, pues en su opinión: “Poner bolardos significaría que los terroristas han conseguido sus propósitos y Barcelona quiere ser una ciudad en libertad”.

Matar el máximo posible de inocentes también es su objetivo. ¿De verdad un bolardo o un macetero cercena la libertad de las personas? La libertad es un derecho fundamental, pero antes lo es la vida.

La Seguridad Ciudadana es una condición esencial para el pleno ejercicio de los derechos fundamentales y libertades públicas.

«¿De verdad un bolardo o un macetero cercena la libertad de las personas?»

Gobernar es algo más serio que aplicar la teoría ideológica de cada cual, a veces la realidad cambia nuestras ideas cuando vemos una diferencia sustancial entre lo que pensamos y lo que realmente sucede, y eso no es criticable, eso es loable.

No se trata de llenar de bolardos las ciudades, pero hay zonas sensibles por su relevancia, afluencia y simbolismo que necesitan de una especial protección. Son elementos casi inapreciables a la vista, no hablamos de levantar muros.

Se están dando argumentos en contra de su instalación aludiendo a razones de movilidad y accesibilidad de vehículos de urgencia en la Rambla, ¿en un bulevar peatonal con calzadas paralelas a ambos lados?

Otro argumento esgrimido es que en las zonas donde pueden acceder vehículos se pueden disponer patrullas policiales en lugar de elementos físico. ¿De verdad creen que uno, dos o cuatro policías pueden parar una furgoneta que acomete hacia ellos a gran velocidad? ¿Tan certeras piensan que son las balas? ¿Y qué sucede con los proyectiles que no alcanzan su objetivo en una zona urbana?

Se habla de bolardos como elementos físicos inamovibles… pregunten al Sr. Google, podrán ver diversos modelos automáticos que se accionan a control remoto o con una llave. Está todo inventado.

Esta reflexión la quiero extrapolar a nuestra ciudad, tras los atentados de Barcelona y Cambrils se convocó la Junta Local de Seguridad, donde el máximo responsable de Policía Nacional en Aragón, siguiendo instrucciones del Ministerio del Interior, solicitó al Ayuntamiento de Zaragoza que reinstalara los bolardos y maceteros disuasorios en las zonas de mayor confluencia de personas, especialmente en la calle Alfonso I.

El Consistorio ha respondido que lo “estudiará”. A las buenas palabras, minutos de silencio, condolencias y gestos de solidaridad le tienen que acompañar medidas.

Sí, medidas para acabar con esta barbarie y minimizar los riesgos sobre la población. Todos somos conscientes que hay que atacar la raíz del problema, hay acciones que corresponden a los Estados y a entidades supranacionales, pero hay otras que son propias de las Administraciones Locales y se han de suscribir a todos los ámbitos, tanto el social como el policial.

Las medidas que se plantean desde la Junta Local de Seguridad son complementarias y compatibles a las encaminadas a propiciar la integración en nuestra sociedad de la comunidad musulmana evitando los casos de radicalización.

Se trata de atacar el problema desde diferentes ámbitos para lograr mayor efectividad. Miramos continuamente a Europa anhelando sus avances sociales y democráticos, ahora cuando sus ciudades implementan estas medidas, también tenemos que mirar a Europa como ejemplo de lo que podemos hacer para combatir esta amenaza y proteger la vida de nuestros vecinos.