¿Qué es lo que sucedería a un inconsciente cuando se le acaba el camino que desemboca en un precipicio y continúa andando? No hace falta decirlo, porque es de cajón. Jorge de Esteban ponía este ejemplo en un artículo hace casi 10 meses para entender lo que podría suceder a la Generalitat catalana si seguía con su idea de «referéndum o referéndum«.

Desde entonces nos han dicho que la solución era el diálogo, cuando los del esto son lentejas, los del referéndum o referéndum, no estaban dispuestos a ello. El intelectual catalán Salvador Cardús, citado en aquel artículo, lo dejaba claro: «El conflicto entre España y Cataluña ya no puede resolverse con diálogo. Se llega tarde. No está en las manos de los líderes políticos catalanes el retroceder en la celebración del referéndum que pide la gran mayoría de los catalanes. Si tuvieran la tentación de echarse atrás, fulminarían la legitimidad democrática de su liderazgo».

Cataluña, entre el sí o el no / EFE

También, desde mucho antes, políticos, académicos y técnicos, en un cansino debate de sordos, han predicado en el desierto sus argumentos históricos, económicos, jurídicos y políticos para poner las cosas en su sitio, para explicar y demostrar que no existe una historia de España contra Cataluña, que España no roba, que una Cataluña independiente no sería más rica ni podría estar en la UE o en la ONU, que no existe un derecho a decidir, que el referéndum es una trampa, etc, etc.

Pero tampoco nada de ello ha servido; la historia se reinventa, las cuestiones económicas se desprecian, los condicionantes jurídicos se postergan y, vestidos de demócratas, se atacan sus fundamentos: la Ley y la soberanía popular. Pero todo sea por la causa. Los argumentos no sirven para convencer a las emociones de unos ni a las oscuras intenciones de otros.

Y así, tras décadas de funcionamiento de sus fábricas (léase escuelas) de separatistas, el establishment político nacionalista y los amiguetes a los que alimenta, aliados con sus ensoñados cachorros, hoy bravos abertzales, mañana burgueses de siempre, ponen el acelerador hacia el precipicio. Y alguno, acosado por jueces y tribunales, querrá aprovechar este viaje como haría el Dioni con Brasil.

«La historia se reinventa, las cuestiones económicas se desprecian, los condicionantes jurídicos se postergan y, vestidos de demócratas, se atacan sus fundamentos: la Ley y la soberanía popular» 

Pero los catalanes no son así, ni el resto de españoles tenemos por qué renunciar a lo que también es nuestro, como explica la campaña “Som 47 milions – Somos 47 millones” del Club de los Viernes, que reivindica el derecho a decidir de los 47 millones de ciudadanos en quienes reside la soberanía nacional, porque lo que está en juego no solo es un debate ideológico o una cuestión territorial, es la democracia.

Cuando los fines justifican los medios, cuando las garantías para la formación de la voluntad popular desaparecen, cuando el deseo político desprecia al deber legal, cuando la ley existe sin democracia o la democracia sin Ley, cuando la masa dominante amenaza tus derechos, cuando la soberanía se compartimenta, lo que está en juego es, sencillamente, la democracia. Por ello, frente “referéndum o referéndum”, solo cabe “democracia o democracia”.