Tal y como está el patio -visto el esperpento tragicómico de hace unos días en Cataluña- puede uno darse con un canto en los dientes ante el mero hecho de que en Aragón aún sea posible debatir en libertad donde reside la soberanía de todo el pueblo y no sólo de una parte.

Quede claro por tanto que, al menos en lo formal, hay que considerar un éxito el reciente debate sobre el estado de la Comunidad. Otra cosa es adentrarse en el fondo del asunto, para llegar de nuevo a la conclusión de que, si de algo sirve este clásico de la actividad parlamentaria, no es tanto para tomar el pulso a la región, como a los partidos y a sus principales líderes.

El guión no falla: el que se examina desde el gobierno no se conforma con menos de sobresaliente y el que califica desde la oposición no da el aprobado ni por recomendación. Bajo esa premisa, unos y otros se ponen en modo Pimpinela, para tirarse los trastos a la cabeza y concluir después con una serie de propuestas de resolución de las que a los cuatro días ya nadie se acuerda.

«Si de algo sirve este clásico de la actividad parlamentaria, no es tanto para tomar el pulso a la región, como a los partidos y a sus principales líderes»

El caso es que, mientras en La Aljafería unos pintan la Arcadia feliz y otros el infierno de Dante, la gente en la calle está comprando el pan, vadeando las penas y saboreando las alegrías cuando éstas llegan. En realidad, más que el estado de la comunidad, lo que a cada hijo de vecino le interesa es su propio estado y el de los suyos; y ahí -como se suele decir- la fiesta va por barrios.

Hay quien dice que el debate de estos días ha servido para evidenciar la debilidad del Gobierno de Javier Lambán. Y puede que así sea, teniendo en cuenta que con amigos como los de Podemos no hacen falta enemigos y que el presidente de Aragón se enfrenta a un delicado proceso de primarias, en el que, antes incluso del debate, ya ha tenido que gritar eso de ‘¡cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!’.

Pero, como decía un amigo mío, siempre que le pedías opinión sobre conflictos entre particulares, ya se apañarán. De lo que se trata, por el bien de todos, es de que Aragón no se pare; porque en los tiempos que corren, como te pares, ten por seguro que te amurca el toro.

Lambán no lo tiene fácil, pero que nadie olvide que a día de hoy el suyo es el único gobierno posible; más o menos como el de Rajoy en España, con la salvedad de que en lo único que coinciden sus supuestos báculos -Podemos y Ciudadanos- es en que ambas formaciones tienen vocación de gobernar.

«Lambán no lo tiene fácil, pero que nadie olvide que a día de hoy el suyo es el único gobierno posible»

Y aunque eso dificulta el entendimiento, parece que el partido naranja, a diferencia del morado, no está dispuesto a cruzar cuantas líneas rojas haga falta, con tal de alcanzar su meta. Pobre Lambán; no le arriendo la ganancia.