Hay que felicitar a los impulsores de la iniciativa de crear la Unidad de Valoración Integral Forense de la violencia de género en Aragón, y felicitarnos todos porque las víctimas vayan a recibir una valoración de todos los aspectos de su sufrimiento. Esa es la teoría, y sin duda, la voluntad de la iniciativa.

Pero es la misma teoría que ya estaba en la promulgación de la Ley 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, hace ya la friolera de 13 años.

Ya entonces, y para hacer posible la aplicación de la Ley, se contrataron por la Administración en todo el país, profesionales de la psicología y del trabajo social para poder valorar los efectos devastadores en el ámbito de lo psicológico y emocional y en lo social de este tipo de violencia. Además, algunos componentes de estas valoraciones son fundamentales para la evaluación del riesgo.

En la Jornada sobre Violencia de Género en los ámbitos Sanitario y Forense, celebrada en Zaragoza el 14 de septiembre, se han expuesto algunos datos preocupantes. Se están realizando escasas valoraciones integrales, cuando todos los estudios señalan que el maltrato psicológico es más frecuente que el físico y que difícilmente puede darse el segundo sin el primero. En Zaragoza, sólo aproximadamente el 1% de las denuncias por violencia de género han sido valoradas desde esta perspectiva.

«El maltrato psicológico es más frecuente que el físico y que difícilmente puede darse el segundo sin el primero»

Cabe hacerse algunas reflexiones. ¿Duele más un golpe o la humillación de haberlo recibido de tu pareja, ¿están suficientemente concienciados los operadores jurídicos de la importancia y severidad del sufrimiento psicológico?. Si es así, ¿por qué no se está valorando como marca la propia Ley, desde un punto de vista integral? La jurisprudencia señala la relevancia penal del daño psicológico pero, si no se valora, difícilmente los jueces van a poder apreciarla.

Por otro lado, profesionales del ámbito sanitario han puesto de manifiesto las dificultades de detección de este tipo de violencia en su campo. Algunas son intrínsecas a la propia dinámica de la victimización, como la minimización de los síntomas derivados del maltrato y su ocultación o disimulación.

Pero otras están asociadas a la necesidad de dedicar a esta tarea un tiempo del que no disponen. Ahondar en la verdad de una víctima que, además, quiere proteger a su agresor, lleva tiempo, y muchas más cosas.

Esperemos que esta vez sí, sea la buena. Y que los objetivos se cumplan. Con seguridad es la voluntad de todos.