El conflicto es una de las características de las relaciones humanas. Existen conflictos personales, sociales, intraestatales o interestatales.

Para resolver los conflictos hay que abordarlos con humildad, haciendo un buen análisis de sus causas y sus consecuencias. Los conflictos son inevitables, aunque pueden prevenirse y mitigarse. La cultura de paz es fundamental para el fomento del diálogo y de la negociación como mejor modo de resolver las disputas.


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Los conflictos siempre tienen costes que, entre otros, pueden ser económicos y sociales. Los conflictos pueden derivar en violencia física. Los conflictos, sobre todo los violentos, siempre marcan a las personas o sociedades que los sufren.

El paso de un conflicto pacífico a uno violento es un proceso de escalada, que se va incrementando con el transcurso del tiempo. Se pasa de la discusión, a la violencia verbal y de ahí a la violencia física.

Los conflictos se perpetúan y se enquistan, y las partes enfrentadas se radicalizan cuando alguna de ellas, o todas, tratan de sacar ventaja de la divergencia para favorecer sus propios intereses. Es de suma importancia para afrontar un conflicto la intención de superarlo por medios pacíficos.

«El paso de un conflicto pacífico a uno violento es un proceso de escalada, que se va incrementando con el transcurso del tiempo»

Lo peor que puede suceder ante los conflictos es negar su existencia, evadirlos, o acomodarse a ellos. Tampoco son buenas las actitudes arrogantes o agresivas para afrontarlos. Los conflictos hay que reconocerlos y transformarlos para poder solucionarlos. La negociación y la  mediación son instrumentos fundamentales de apoyo para tal fin.

Las partes enfrentadas siempre verán sus demandas plenamente justificadas; por ello, desautorizan, descalifican, e incluso agreden o combaten a quienes se atreven a dudar de la legitimidad de sus reivindicaciones. Como ya se ha dicho, todos los conflictos tienen unos costes, pero también tiene su coste las soluciones consensuadas. Los pactos, siempre implican la cesión de algunas de las reivindicaciones iniciales.

El acuerdo de las partes en discordia es sumamente difícil. Sin embargo, cuando los contendientes consideran que los costes del conflicto van a ser tan elevados que no compensa a sus intereses continuar el enfrentamiento, puede llegar el momento de la negociación. La solución negociada no tiene porque significar la desaparición del origen del conflicto, pero sí puede contribuir a eliminar la violencia y a limar algunas diferencias.

En la finalización de un conflicto podrían darse situaciones con medidas de fuerza. No obstante, en la mayoría de los casos la amenaza y la coerción van a contribuir a incrementar el nivel de confrontación y pueden derivar en desordenes, violencia física o, en el peor de los casos, confrontación armada.

Por tanto, la mejor manera de buscar la finalización del conflicto es mediante el análisis sereno y racional de sus causas. La solución dialogada mediante una negociación positiva, apoyada si fuera necesario por una mediación neutral externa al conflicto.

En la negociación las partes enfrentadas debaten sus diferencias, a través de los representantes designados con capacidad para llegar a acuerdos. Todos ellos tienen que partir de una premisa inicial y fundamental: no se llegará a una solución pacífica si la negociación se plantea como un juego de suma cero; es decir, una parte resulta vencedora sobre la otra.

«Una premisa inicial y fundamental: no se llegará a una solución pacífica si la negociación se plantea como un juego de suma cero»

Las negociaciones donde una parte lo consigue todo y la otra nada, conducen a perpetuar los conflictos y a endurecerlos. La negociación debe ser un instrumento racional para resolver problemas. Es evidente que habrá factores ideológicos o de otro tipo que contribuirán a aumentar las discrepancias.

Como también se comprobará que hay actores externos al conflicto interesados en enardecer a los contendientes. Habrá que considerarlos para tratar de excluirlos del proceso de negociación.

Con el fin de evitar la confrontación directa se deben elegir a las personas adecuadas para llevar a cabo las negociaciones. Resultará tarea difícil, casi imposible si la negociación la llevan a cabo los líderes causantes del conflicto.

En resumen, en tiempos de crisis y de confrontación se requieren habilidades negociadoras. Líderes que no prioricen sus motivaciones ideológicas, nacionalistas, religiosas o de otro tipo y sean más racionales.

Que usen su cerebro para buscar soluciones consensuadas y su corazón para promoverlas con todo su entusiasmo. Pero, por favor, que se olviden de las «tripas» que siempre son malas consejeras. Y busquen el tono gris de cada conflicto.