Pasan los años y aunque los de mi generación hayamos retrasado el momento, principalmente por causas ajenas a nuestra voluntad más que por síndrome de Peter Pan, llega el momento de ser padre.

Sí, lo hemos imaginado antes, nos hemos visto con una criatura que tiene una parte de nosotros, e incluso supone una prolongación de nuestra existencia cuando llegue el fin de nuestros días, una versión mejorada de nosotros mismos que alcance las metas que no hemos logrado o viva sin nuestros complejos y temores.

Esto es la teoría, enseguida asimilas que no es una extensión de tu persona, sino un ser singular al que tienes que acompañar, educar y cuidar hasta su madurez.

Pues bien, llega el primer hijo y te cambia la vida, duermes lo que puedes. Algunos cuando pueden. Desocupar al máximo a tu pareja es básico para que ella se centre en el pequeño, asumes más tareas en el hogar, la intendencia y la limpieza es fundamental.

«No es una extensión de tu persona, sino un ser singular al que tienes que acompañar, educar y cuidar hasta su madurez»

Muchos reconocen que el electrodoméstico más importante en su día a día ya no es el ordenador o el microondas, si no el ‘Roomba’ y la secadora. Tu tiempo libre se limita, así como las actividades que realizabas dentro del mismo.

En vacaciones da igual el coche que tengas, lo vas a llenar: el carro, la cuna de viaje y otras tantas cosas de bebé que no pueden faltar. De la noche a la mañana la mayoría de tus diálogos giran en torno a biberones, papillas, pañales, sillitas de paseo, de coche, vacunas, desarrollo psicomotor y cognitivo, primeros pasos, primeras palabras…

De repente te visitan con mayor frecuencia tus padres, pero tú ya no eres el motivo amigo, hay alguien que es el centro de todas la atenciones. Te toca interpretar el papel de padre, que demonios, ¡eres padre!

Más tarde, en algunos casos, llega el segundo hijo, entonces sí que cambia todo de verdad, te han avisado los que dieron el paso antes: «dos es más del doble…». Ahora es cuando entiendes de otra forma el dicho popular: «cuando seas padre comerás huevos».

¿Qué tiene que ver la paternidad con la igualdad? ¿Acaso nuestros padres no se implicaban en ella? Lo hacían, generalmente en menor medida, pues en la mayoría de los hogares las mujer no trabajaba, por no haber necesidad (un salario daba para mucho) y por la cultura de la época, donde la mujer tenía serias dificultades para acceder al mercado laboral.

«Ahora es cuando entiendes de otra forma el dicho popular: «cuando seas padre comerás huevos»

En aquella época la igualdad entre hombres y mujeres no era una prioridad en la agenda de los políticos que gobernaban. Actualmente, se llevan a cabo políticas de igualdad, en el ámbito laboral con la conciliación, en el educativo y con la lucha contra la violencia de género.

Acortar esa brecha entre hombres y mujeres es algo de lo que no hay que convencer a nadie, bueno, siempre queda algún necio que no entiende lo importante que es la igualdad efectiva aunque la vida se la haya dado una mujer, tenga amigas, conviva con una persona del sexo opuesto y hasta tenga hijas.

Todas las medidas son bienvenidas, pero, se puede utilizar una herramienta muy poderosa; los medios de comunicación, en concreto la televisión.

Desde el control para limitar los contenidos machistas, donde se fomenta el estereotipo de mujer «objeto» y hombre «macho», y sobretodo, fomentando la imagen real del hombre de nuestro tiempo. Comprometido, sensible y familiar.

Se echa de menos, por ejemplo, en las series de televisión, la imagen de los padres realizando las tareas que antes he mencionado, o las muestras de afecto y cariño que destilamos a nuestros hijos.

No se trata de trasladar una imagen distorsionada, sino real. Una imagen positiva que desgaste el estereotipo del hombre “macho” para construir un estereotipo de hombre más fiel a la realidad del siglo XXI.