Se dice que el arte es cualquier actividad o producto realizado con un fin creativo o comunicativo, mediante la cual se expresan ideas, emociones y/o una visión del mundo. Es, en definitiva, un componente de la cultura, a través del cual se refleja entre otros, los sustratos sociales.

Es por ello, pese a quien le pese, la tauromaquia como expresión artística y cultural entra dentro de la concepción del arte. Como principal espectáculo socio-cultural, de fuerte tradición en la sociedad, la tauromaquia es un termómetro diagnosticador de lo que esta le acontecerá.

Podríamos remontarnos a tiempos lejanos para hacernos partícipes de esta relación termométrica entre la tauromaquia y la sociedad, pero lo haremos en la era moderna, dejaremos atrás la época en la que está se cuestionó políticamente desde la izquierda allá por los años 20, la edad de oro de la tauromaquia, aquella época en la que rivalizaban Belmonte y Joselito, casualmente esa época de cuestión, en la que se diseñaron por parte de Joselito las plazas de toros monumentales. Y oye, se llenaban.

Época de oro, porque además de su auge en la sociedad también fue defendida por grandes personajes de la cultura, Vallé-Inclan, Pérez Ayala, Zuloaga, Machado, Federico Garcia Lorca, entre otros a quienes acercó a ella el precursor del toreo moderno D. Juan Belmonte.

Pero retomaremos la relación entre la tauromaquia y la sociedad en el siglo XXI, concretamente a principios del mismo, donde la tauromaquia ya dictaminaba la nueva dirección de la sociedad, comenzaba a forjarse la sociedad ‘buenista’, y comenzó a aprovecharse de ello la industria animalista.

La mejor manera de ganar auge económico era crear necesidades de humanos en animales. Dicho y hecho. Tanto es así que por aquel entonces se comenzó a fraguar una sociedad que humaniza a los animales y que les otorga derechos de humanos. Empezó a forjarse una sociedad enferma que antepone al animal ante el humano. Una sociedad que se alegra, evangeliza y exalta la muerte de un ser igual con ideas diferentes antes que la de un animal.

«Se comenzó a fraguar una sociedad que humaniza a los animales y que les otorga derechos de humanos»

Se comenzó a predecir por aquel entonces, a través de la tauromaquia y todo lo que ella genera socialmente, una sociedad cada vez más fanatizada y adoctrinada en la base de sus ideas, una sociedad que basada en el ‘buenismo social’ comenzaba a tratar y mirar con odio a quien como ella no piensa, siente o vive tal como ella querría (obviamente hablamos de individuos en sí).

¡¡Et voilà!!, en 2010 termina de explosionar una de las bombas, que marcarán el rumbo político-social de la democracia española. El actual conflicto catalán, como ya cité en mi columna anterior, ya lo predijo la tauromaquia con su prohibición en Cataluña por parte del bloque independentista, dejando desahuciados a quienes si gustaban de esta tradición cultural en esta región.

Pero es que además de ello, la tauromaquia ya predijo el fanatismo digital de la actual sociedad, que no le importa hacer daño psíquico (muchas veces peor que el físico) a la otra parte de la sociedad, que como antes he dicho, no piensa, vive o siente como ella.

El cercamiento, linchamiento psicológico, boicot, y en definitiva, la exclusión social a los catalanes que se sienten españoles por parte de la facción independentista. Y algo de lo que cada vez más porcentaje de la sociedad rechaza vista esta tensión, es lo que llevamos viviendo los taurinos y los sectores que conyugan con él en los últimos siete años.

«El actual conflicto catalán ya lo predijo la tauromaquia con su prohibición en Cataluña por parte del bloque independentista»

Un linchamiento social de quienes no piensan como nosotros, inadmisible y que en la mayoría de sus ocasiones podría haber desembocado en percances físicos de no ser por el pacifismo del sector taurino.

Hemos tenido que soportar la sociedad taurina que se nos grite, insulte, produzcan desperfectos en bienes materiales, se nos amenace e incluso que se nos agreda agreda físicamente. Tipificado todo esto en el Código Penal como delito de odio.

¡Que el termómetro social taurino sirva para darnos cuenta de las realidades, ante ponernos a ellas, y podamos vivir todos y todas con respeto y libertad independientemente de nuestras ideas, nuestra manera de vivir y/o sentir!