Yo, ya hace tiempo, estoy convencido que el nacer, vivir o crecer, en una determinada tierra imprime carácter. No es preciso que se impriman sólo las virtudes, sino que se suelen imprimir los vicios.

De hecho la tierra aragonesa es austera, llueve poco, el clima es extremo, hay más de algún desierto, escasas comunicaciones, aún habría menos de no estar en medio, y poca población de localización muy descompensada.

Tiene su belleza, para el que le guste lo difícil. La gente que vive aquí suele ser generosa pero adusta, poco amiga de tontadas, a veces, más maleducada que franca, y trabajadora.

Se diferencia mucho de la gente de una Comunidad Autónoma vecina, mucho más rica, donde el exceso de riqueza y oportunidades ha degenerado en gilipollez delirante.

El aragonés suele ser austero porque no le queda otra. La tierra que tiene bajo sus pies es así, y el clima que le circunda también.

Las escasas oportunidades han determinado su emigración a zonas más ricas. Pero también han determinado que ésta sea una región de gente que estudia mucho en lo suyo y que haya muy buenos profesionales.

El carácter aragonés, como el terreno y el clima, es de contrastes, le cuesta mucho reconocer, no digamos alabar, lo propio.

«El aragonés suele ser austero porque no le queda otra. La tierra que tiene bajo sus pies es así, y el clima que le circunda también»

En mi breve experiencia en FORTA (Federación de Organismos de Radio y Televisión Autonómicos) me di cuenta que, en su consejo jurídico, los letrados aragoneses éramos apreciados no por el peso de Aragón, siempre escaso, sino por nuestras opiniones.

Al irme, elogiaron a los profesionales aragoneses que, desde muy diferentes áreas, habían trabajado en FORTA.

Uno puede pensar que, cuando se va, la gente es muy amable, lo cierto que, al poco, la TV aragonesa era la primera de todas las autonómicas en el índice de audiencias.

En todas mis charlas he mantenido la gran calidad de los profesionales aragoneses, y hemos de ser conscientes de ello porque es cierto.

Desde niños, el territorio nos da poca opción, y se suele uno labrar un futuro a base de trabajo, aunque es cierto que siempre hay alguna excepción que confirma la regla.

Estamos para «tontadas las justas». Por eso nos sorprende el supremacismo, el desprecio al Estado de Derecho y la Justicia, y el insulto de algunos.

Pero ya se sabe: «de tontos, tontadas». Es lo que hay.