La potencia sin control no tiene sentido. Hace tiempo un anuncio de neumáticos decía algo así. Pero esto pasa en todos los órdenes de la vida: un río sin cauce vallado da lugar a tragedias e inundaciones, un coche sin frenos es o un peligro o algo impensable…

Todo tiene su cauce y su control, sino deriva en algo dañino, hasta los animales tienen un control según su peligrosidad.

Siempre hay que controlar la fuerza para que ésta no se pase de frenada. Sucede que, a veces, se suelta la fuerza, de modo grosero, en pos de objetivos incluso legítimos.

Ello ha pasado con Puigdemont y sus secuaces, hasta que la aplicación del artículo 155 de la Constitución tuvo que poner orden en Cataluña.

Fue un desconocimiento absoluto del Derecho y una imposición, con una exigua mayoría parlamentaria, de lo que ellos pensaban, saltándose las reglas y todo control imaginable.

«Siempre hay que controlar la fuerza para que ésta no se pase de frenada»

Para convocar un referéndum hay que tener competencia, y eso recae sólo en el Presidente del Gobierno según la Constitución, además el referéndum ha de ser consultivo, de todos los ciudadanos y con una pregunta encajable en la Constitución o, incluso, que lleve a activar el procedimiento para su reforma. Nada de esto se cumplió.

Se dijo que de cualquier manera se iba a votar, y lo de votar se convirtió en un mantra que coló en algunos. Se declaró la independencia y, como es lógico, la Justicia actuó en base, primero, a la acusación por rebelión.

La rebelión se produjo en España de donde es el ciudadano Puigdemont. Lógicamente se le debe juzgar conforme a la ley española. No es lícito irse a un país (más bien ‘no país’ dado que la mitad de la población no se habla con la otra mitad) donde no existe el delito.

Bélgica es lo peor de Europa, un Estado fallido, un conjunto de gentes que ni siquiera comparten una patria común, de hecho su rey se titula Rey de los belgas no de Bélgica sino de las personas que pululan por ahí. Bélgica, como tal, es una ficción.

«Bélgica es lo peor de Europa, un Estado fallido, un conjunto de gentes que ni siquiera comparten una patria común»

El retorcimiento del Derecho y del sentido de las palabras por estos señores demuestra su absoluta maldad y pobreza mentales. Han conseguido dividir la sociedad catalana en bloques.

Esperemos que la reacción de la sensatez, aun siendo lenta, sea segura e implacable.

La democracia tiene una potencia tremenda. Su cauce y control es el Derecho. Sin ese cauce o control, la democracia degenera en un grito de tribu: «somos los más», y, lógicamente, «hacemos lo que queremos«.