Este lunes brindaremos en Aragón, motivos no nos faltan: por Aragón, por los libros y por los Jorges. Si les parece poco, también podemos celebrar San Eulogio, el día de la lengua inglesa y del español en Naciones Unidas, y hasta es el cumpleaños de Pasión Vega.

Yo me compraré un libro, felicitaré a mis amigos Jorges (Eulogios no conozco) y, sobre todo, brindaré por Aragón, por nuestra historia, nuestro futuro y por todos sus pueblos, desde Tarazona hasta Fraga y desde Canfranc hasta Libros.

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Pero a lo que muchos pondrán bombo y platillo este día es a lo bien que estamos con la autonomía.

Para tener el carné de buen aragonés tendrá usted que querer más autogobierno.

Así nos hacen pensar los instalados en la lógica de los vasos comunicantes, los que piensan que cuanto más aragonés/español se siente uno, de menos español/aragonés puede presumir.

Así creen querer más a su tierra por defender que exista el Justicia, la comarcalitis y otras tantas duplicidades administrativas, o por preferir que determinadas competencias sean gestionadas a nivel regional.

«Brindaré por Aragón, por nuestra historia, nuestro futuro y por todos sus pueblos, desde Tarazona hasta Fraga y desde Canfranc hasta Libros»

Pero no se preocupe si no piensa así, ser aragonés no depende de ello y, aunque no lo parezca, hay más como usted: 9 de cada 10 votaron en una encuesta a favor de la devolución de competencias en materia de sanidad, educación y justicia al Estado, y también el CIS nos dice que ya son casi el 20% los que prefieren un Estado con un único Gobierno Central sin autonomías.

Ellos y los que, sin llegar a ese extremo, piensan que sería mejor menos autonomía que la actual suman casi el 30%; y junto con los partidarios de quedarnos como estamos, alcanzan las dos terceras partes de los españoles.

Quizá cuando se inventaron las autonomías fue oportuno: una descentralización que no despertase agravios interrregionales, confiando en el papel vertebrador de los grandes partidos nacionales y con las grandes competencias aún en manos del Estado.

Pero nos hemos venido arriba: hoy el sistema autonómico nos cuesta casi 90.000 millones al año, se han creado más de 2.500 empresas públicas y se necesitan un millón de empleados más que los que fueron transferidos por el Estado.

Ya sabemos, además, lo que supone que alguna de esas competencias (como educación) esté en manos de algunas autonomías, y el deseado papel vertebrador del gran partido de la oposición provoca más risa que confianza.

«El sistema autonómico nos cuesta casi 90.000 millones al año«

Así es lógico que las encuestas reflejen que la mayoría de la población prefiere un basta ya, pero no creo que el establishment político, mediático, sindical y empresarial que vive del invento quiera echar marcha atrás.

El debate continuará y no sé si algún día, como San Jorge con el dragón para salvar a la princesa, los españoles pararemos esta descentralización para salvar a España. Mientras tanto, brindemos todos juntos por Aragón, los que quieren más Pignatelli y los que no.