Leo sobre la actriz, empresaria y productora de cine Julie Gayet y me mueve a la reflexión. Dice Gayet que «la función de primera dama es sexista«.

También reflexiona sobre algo que no hubiera sido posible sin la globalización: la gran movilización feminista que han sido capaz de destapar actos y expresiones profundamente sexistas, groseros y vejatorios protagonizados por Donald Trump y Harvey Weinstein.


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Pero… añado yo, y con el permiso de mi admirada Gayet… en el mundo global, que es el que come, el que ve las pantallas, y el que se viste para Hollywood.

Sobre lo primero, Gayet pasará a la historia por haber sido durante cinco años compañera del presidente François Hollande, haber convivido con él en el Elíseo, en silencio hacia afuera, y haber mantenido escrupulosamente y con éxito, por cierto, su independencia profesional y personal, sin concesiones al cuché ni al marketing político.

«La gran movilización feminista ha sido capaz de destapar actos y expresiones profundamente sexistas»

En mi opinión, lo hará -pasar a la historia- por haber demostrado que se puede hacer, vivir sin subsumirse, si eres mujer y amas tu profesión, por muy altas responsabilidades y cuotas de imagen que tribute tu consorte o compañero.

Por eso, cuando argumenta que la función de primera dama “es sexista”, lo hace con la autoridad de haberse negado a serlo para seguir con su vida y su trabajo, y con la confianza de que, con el tiempo, la gente, los franceses, hayan comprendido su decisión.

Y yo me pregunto: ¿Esto podía ocurrir sólo en la Francia que inspiró la Ilustración, varias revoluciones y alguna declaración de los derechos humanos, o es una opción que las mujeres pueden tomar en todo el mundo?

Y me sigo refiriendo al mundo global, el que come y ve la tele, o accede a internet.

Y concluyo para mi misma que, al final, tenemos la opción personal de decidir.

Visualizo a primeras damas, consortes, e incluso madres de la realeza que también podrían tomar su opción, con gran autoridad profesional, pero: ¿Está nuestra sociedad dispuesta a entenderlo, o prefiere consortes que soporten el cuché, el cotilleo, las fakes, y el espectáculo de pasarela?

¿Por qué la nueva política no reflexiona de verdad sobre estos asuntos? ¿Son intocables?

Los asuntos, claro. Sobre lo segundo, reconozco que me sacó de quicio ver a las barbies de Hollywood sacando partido mediático, haciendo autopromoción y pillando cacho para sí mismas (y mismos) del ‘Me too’, pero tengo que darle la razón a mi, de nuevo, admirada Gayet.

«¿Por qué la nueva política no reflexiona de verdad sobre estos asuntos?»

Quizá sin los brutales comentarios de Trump sobre «hay que cogerlas por el …» y las innumerables denuncias hacia Weinstein, el hombre más poderoso de la industria del cine occidental, no se hubiera puesto en el centro de la diana el silencioso desastre que mujeres, hombres y, no lo olvidemos, también niños y niñas padecen y mantienen en silencio durante toda su vida.

Por supuesto, todo esto ocurre en el mundo global, el que come y accede a las pantallas.

Un mundo donde uno de cada cuatro menores sufre abusos, y donde algunas mujeres siguen teniendo que justificar que lo son, y prefieren callar sobre la desigualdad, para evitar discusiones en las que salir mal paradas.

Pero, claro, en el mundo que no come, ni es global, ni tiene pantallas, ni seguridad jurídica, ni nada, ni Gayet hubiera podido hablar, ni las demás reflexionar en público sobre sus palabras.