Nada nuevo bajo el sol. Parecidos miserables, similares excusas.

Un político de mano larga o vergüenza corta. Su grupo haciendo piruetas y dando explicaciones rocambolescas para intentar justificar lo injustificable.

Son todos iguales en el esfuerzo de que no parezca lo que es. Pero es lo que es. Cada uno, a su escala, rapiña lo que puede.


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En la primera división de la corrupción se media en grandes obras y se desvían fondos al partido, al testaferro, a los amigos o a los deudores de favores.

En las categorías inferiores de la corrupción, donde los aprendices lucen pupilas brillantes de admiración secreta hacia los capos del trinque, se demuestra la afición con viajes de manga ancha o supuestamente mal asignados.

«Son todos iguales en el esfuerzo de que no parezca lo que es. Cada uno, a su escala, rapiña lo que puede»

Cuando en el bagaje para estar en política arrasan las especies del incompetente dócil o el impresentable sectario, el resultado difícilmente puede ser otro.

Cuando son pillados con el carrito del helado nada distingue a chungos de derechas o de izquierdas, a gentuza de la vieja política o de la supuestamente nueva.

Ni el lenguaje justificativo evoluciona, apenas se adapta.

Las indemnizaciones en diferido dejan paso a las dimisiones temporales. Los ceses se convierten en renuncias. Trajes rima con viajes. EREs suena parecido a emes.


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Lo que nunca falta entre todos ellos (chorizo y granja porcina) es esa sensación de paciente con la mano en la entrepierna del dentista sugiriendo eso de: doctor, no nos hagamos daño.

«Las indemnizaciones en diferido dejan paso a las dimisiones temporales»

Y qué van a hacerle ellos si les gusta estar ahí para lo que están, si el trinque les gusta sin celos, el  cese sin duelos, si es a lo que van.

Ahora vas, y los votas. A uno, a otro o al de la moto.