Hace unas pocas semanas, a finales de mayo de 2018, Ana Patricia Botín, presidenta del Banco Santander, nos sorprendía con unas firmes declaraciones, ellos que tan low profile son en temas de comunicación que no se ciñen a lo estrictamente sectorial.

Y así declaraba creer en la discriminación positiva, esa que incluye pensar, creer y llevar a la práctica que las mujeres estén presentes, más presentes, en los puestos directivos.

Con esa declaración, una de las más poderosas directivas del mundo, se reconocía feminista en una evolución personal que según sus mismas palabras se remonta a 10 años.


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Mediáticas palabras en medio de esta actualidad y de la re-edición del feminismo que tuvo sus principios ya en el siglo XVIII, con la aportación y los primeros escritos reivindicativos por parte de  Mary Wollstonecraft que ya entonces decía: «Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas».

Y ahí radica la esencia del feminismo bien entendido.

Atrás como parte de nuestra historia pero muy presentes, quedan las gestas, las luchas de las mujeres que durante todo el siglo XIX y XX protagonizaron los grandes logros, en unos países antes que en otros, todo hay que decirlo…

Logros de carácter político, como el derecho al voto que reconocía en la mujer un ser con libre albedrío, con capacidad de pensar por si misma, tener criterio, saberlo formular y en última instancia defender.

Logros de carácter socio-económicos y laborales que dotaron a la mujer de la independencia económica necesaria para alcanzar la plena libertad más allá de la protección de padres, hermanos o maridos.

Y logros en materia de cultura y educación cuyo acceso estuvo vetado o restringido… y bien es sabido que sin cultura, sin libros, sin información y sin educación las personas, hombres y mujeres, son dóciles y manipulables simplemente por el hecho de sentirse inferiores y en inferioridad.


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Hombres y mujeres somos distintos, claro que sí, mi biología, mi fisionomía, nada tiene que ver con mis familiares y amigos hombres.

No pienso como los hombres pero también es verdad que no pienso como muchas mujeres. No actúo como un hombre pero tampoco actuaría como algunas mujeres lo hacen.

No sé cuál será la interpretación profunda que Botín tendrá del concepto de feminismo y sus atribuciones y matches, si acaso irán más allá de reclamar que más mujeres bien preparadas, que las hay, podamos alcanzar los puestos de élite dónde se deciden cosas importantes…

Me gustaría saber si también a ella, como a mí, el concepto de «techo de cristal» le parece un machismo más, muchas veces alimentado por las propias mujeres que necesitan un subterfugio, una excusa, antes que admitir que equivocaron sus decisiones cuando optaron por volcar su vida, priorizar crear y atender a la familia cuando lo que en realidad querían era convertirse en lobas de Wall Street.


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Y sí, no nos lo ponen fácil, ni la falsas medidas de conciliación, ni algunas leyes ni muchos de los condicionantes que forman parte de nuestro día a día de la vida real.

No es más difícil de lo que lo tienen que superar las personas invidentes o con alguna discapacidad cada vez que salen a la calle y se deben enfrentar a tantas y tantas barreras.

Es tiempo para la mujer, sin duda. Hemos llegado a él porque acumulamos méritos de sobra. Y tanto nosotras como la sociedad estamos preparadas para que así sea.

Pero sobre todo porque hemos decidido salir del silencio y reclamar en justicia nuestro espacio significándonos en eso que nos hace cada día mejores como seres humanos.