El PP acaba de elegir como nuevo presidente a Pablo Casado. No está claro si han acabado decantándose por él unos pocos afiliados o unos exclusivos compromisarios.

Sea como sea, para el gran partido del dedazo esta supuesta hemorragia democrática ha sido como una macro fiesta ibicenca para ese chaval que vuelve tarde a casa tras sus dos primeros tragos de más y su primer vaya usted a saber. O sea, adrenalina pura.

Esta especie de primarias en las que Casado se ha impuesto a Soraya tienen un alto interés político.

No sólo porque se ha elegido al próximo aspirante a la presidencia de España por uno de los dos únicos partidos de gobierno que tenemos, sino porque ha dinamitado (aunque me temo que sólo en parte) ese modelo de convento a la búlgara que siempre había querido ser el PP.


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En la actual partitocracia española es absolutamente imposible que llegue al poder nadie especialmente admirable. Y nada mejor que verle las tripas a un partido, como han permitido estas primarias a modo de radiografía, para entender el porqué. Los innumerables peajes de su ruta hasta la cima que acaba de conquistar dejan el futuro de Casado potencialmente hipotecado.

Decía Sócrates que el saber os hará libres, pero lo que realmente hace libres es el poder. Y Casado pasa a tener ese poder y tiene la gran oportunidad que supone ejercerlo.

Tiene a su favor la ilusión de su juventud, el ser bien conocido, razonablemente reconocido y haber estado suficientemente alejado de los pestilentes cloacas del partido. Esa ilusión, notoria en su discurso y su esfuerzo durante la campaña, ha sido uno de los pilares de su victoria. Ése es su ángel.

Pero el otro pilar ha sido el aparato de un partido aún impresentable, trufado de culpables por omisión, que le han brindado apoyos cruciales desde el odio y la revancha. Ése es su demonio.

«Esa ilusión, notoria en su discurso y su esfuerzo durante la campaña, ha sido uno de los pilares de su victoria»

A Casado no debería temblarle el pulso para podar con contundencia o arrancar de raíz lo mucho malo que porta el PP en su enorme barriga de cetáceo político complaciente y complacido. Y eso no es nada fácil con una victoria más amplia de lo esperado pero insuficiente y condicionada como ésta.

Todo lo anterior ya es un reto de puertas para adentro del partido. Pero de puertas para afuera los desafíos no son menores. Los aciertos y errores del PP en el gobierno son sencillos de ver y difíciles de revertir, porque la realidad de algunos estigmas magnificados por los adversarios es inapelable.

El PP pierde más votos por el centro que los que se le escapan por la derecha, así que algunos tics del nuevo presidente no parecen inicialmente los más acertados.

Junto a su juventud, la bandera de la libertad individual que, acertada y parece que convincentemente, agita es uno de sus mejores activos.

Pero esa libertad nunca es percibida por el electorado como un valor en sí mismo, sino que debe ser la palanca del desarrollo económico que debe saber presentar al conjunto de los españoles en forma de bienestar con marcado carácter solidario. Esa lección nunca la ha terminado de aprender el PP, y por ahí casi siempre le birla la merienda el PSOE.

Algunas apelaciones a la ideología y a las convicciones personales tampoco le ayudarán ante el electorado. Una vez agitadas para lograr los apoyos más clericales de su partido deberían volver a la catacumba o a la conciencia individual.


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Ahora podremos conocer al verdadero Casado, y descubrir su competencia y audacia para enfrentarse al desafío de ser el único camino posible que podía emprender el PP tras la devastadora corrupción que, milagrosamente, tanto tardó en pasarle factura.

«Y para el PP aragonés se abre una nueva etapa en la que poner en valor a figuras que están muy por encima de la media nacional del partido»

Sabremos si decide aglutinar a las inteligencias del partido o clasificar por sectarismos, si hace de la edad un medio o un fin, si tiene el pasado suficientemente limpio como para poder tomar decisiones libres sin miedo.

Y para el PP aragonés se abre una nueva etapa en la que poner en valor a figuras que están muy por encima de la media nacional del partido en decencia y competencia, y que fueron sistemáticamente ninguneadas por el marianismo.

Lo mejor es que no había otro camino. Lo peor es que hay mucho que limpiar. Ojalá sepa ordenar las prioridades, gestionar la ansiedad propia y sugerida, manejar los tiempos y no querer correr antes que andar.

En ello a Casado le va todo, y a España mucho.