Hace menos de un mes, entró en vigor la Ley de actualización de los derechos históricos de Aragón, y de su análisis, resultan varias cosas a considerar a bote pronto:

– La razón ha muerto. Cuando un Parlamento es capaz de aprobar semejante cosa hay que concluir que la labor que iniciaron los ilustrados del siglo XVIII ha muerto. Ya no hay razón, sólo nos resta no escandalizarnos mucho ante la estulticia general, rezar y confiar.

– Hay más tontos que botellines. Yo pensaba que sólo era un mal catalán, pero no. Es un mal que se extiende, no tiene cura y da estos productos normativos.

– Esta ley tiene que ser producto de un calentón de un político que ha visitado Sijena, ya que llevaba tiempo en el congelador.

– Hay quien piensa que con una ley se puede hacer de todo, sobre todo corregir la Historia.

– Esta ley es un ejemplo de no saber a qué se refería la Constitución de 1978 con los «derechos históricos de los territorios forales» y no distinguirlos del Estatuto.

Vamos a ver, por partes, el preámbulo ya va mal, por qué normamos, ¿es necesario?, ¿qué objetivos tenemos?, la norma es un refrito mal hecho de instituciones que nacen del Estatuto y se regulan conforme a él.


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Es una ley que no añade nada, sino confusión.

Cuando en 1978 se idea el Estado de las Autonomías, se cita también la salvaguarda de los “Derechos históricos de los territorios forales”, dentro del respeto a la Constitución y al Estatuto, para encajar cosas de la Historia como que Navarra no tenga Estatuto sino una ley paccionada con el Estado que es la Ley Orgánica de Reintegración y Amejoramiento del Fuero de Navarra (LORAFNA), el especial régimen fiscal de Navarra y los territorios vascos.

El Estatuto de Autonomía de Aragón abrió una nueva fase en nuestra historia.

Cierto que el Estatuto se basa en nuestra secular historia, cierto que fuimos un reino que contribuyó a crear algo mayor, cierto que nuestro Derecho Histórico es peculiar y de cuyo detenido estudio, cosa que no se fomenta, pueden surgir claves, buenas o no tan buenas de la personalidad aragonesa.

Lo de auto alabarnos o auto complacernos, y decir la de cosas que vamos a hacer para que nuestro patrimonio histórico sea tremendo, es un canto a Galicia.

Por último la derogación del Decreto de Nueva Planta de 1707, hay que leerlo tumbado para evitar el golpe cuando te caigas al suelo de la risa.


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En fin, supongo que el Digesto se habrá quedado anticuado y hay que sacar a los Reyes de Aragón de San Juan de la Peña porque eran unos dictadores.

Mejor hacer un centro de interpretación de la Historia de Aragón, y del cernícalo prinilla, eso sí, laico.

Y, como se dijo en tiempos, quitar las cabezas de moros del escudo de Aragón, ya que es poco amistoso.

Yo pensaba que la Autonomía era hacer cosas serias por esta tierra, no chorradas.