Ha sido empezar septiembre y este Gobierno, obsesionado con el pasado e inane para el futuro, se ha lanzado a realizar propuestas engañabobos, retorciendo el lenguaje para que no entendamos lo que en el fondo está diciendo, tomándonos por idiotas. El presidente Sánchez ha hecho declaraciones, a mi juicio, muy graves.

Cuando Sánchez afirma que en Cataluña rige un Estatuto que los catalanes no han votado, lo que está haciendo es deslegitimar al Tribunal Constitucional, quien anuló algunos artículos del Estatuto, escuetamente votado por los catalanes.

Presenta al TC como alguien que actúa contra la voluntad popular, en lugar de como un garante de la legalidad. También dice el presidente Sánchez que “autogobierno no es autodeterminación”.

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Filólogo fino donde los haya, porque, desde luego experto en filosofía política, no es. Pretende contentar a los independentistas, porque detrás del autogobierno vendrá la autodeterminación, y a los unionistas -que no necesariamente constitucionalistas- hacernos comulgar con ruedas de molino para colarnos, al final, un Estado Federal para evitar males mayores.

Además del engaño, lo más grave, gravísimo, es que cambia el sujeto político de la soberanía, es decir, quién vota qué. En esta idea, el PSC puede ser la tumba del PSOE.

En 2016, el XIII Congreso del PSC aprobó una resolución en la que el Estatuto de Cataluña tendría el rango de Constitución de la Comunidad Autónoma en una España Federal.

En rigor, un estado confederal, ni siquiera federal aunque lo llamen así, puesto que en los estados federales hay una supeditación al Gobierno e instituciones centrales que en la propuesta del PSC no se contempla. Por supuesto, tampoco en la idea de los secesionistas catalanes, y los que vengan detrás, País Vasco y Galicia los primeros.

«El PSC puede ser la tumba del PSOE»

Oirán hablar a todos los partidos del Estado español, o a lo sumo, de “este país”, alérgicos a la palabra España por sus complejos franquistas, como sí España no existiera antes y después del franquismo. Lo que está en juego con Cataluña no es el Estado, es la Nación.

La Generalidad de Cataluña es la representación del Estado en la Comunidad Autónoma y su Presidente es el representante ordinario del Estado, salvo cuando el Rey o el Presidente del Gobierno están presentes. Como en el resto de las Comunidades Autónomas.

Lo que ha ocurrido es que la Generalidad, es decir, una facción del Estado, se ha declarado en rebeldía contra la Nación española.

Lo que lo ha hecho posible ha sido la ausencia de España de Cataluña, desde los tiempos de Pujol, quien ya en 1990 diseñó el Programa 2000 para borrar todo rastro de españolidad en Cataluña, empezando por el idioma. La rebelión actual de parte de la población es la muestra de su éxito en el adoctrinamiento totalitario.

Desde entonces, ningún gobierno ni del PP ni del PSOE, han revertido esta situación. La crisis actual es producto de la inacción de todos los gobiernos de González, Aznar, Rajoy, Zapatero y ahora Sánchez, de su abandono de la defensa de la Nación.


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La rebelión de la Generalidad en octubre de 2017, unido a la inacción del gobierno, provocó una ola de españolidad que amenazó no sólo la rebelión sino todo el estatus quo del 78. No fue el 155 el que sofocó en ese momento la situación, sino la reacción de los españoles.

El 155 lo que sofocó, de hecho, fue la ola de españolidad, la respuesta de la Nación. Nada ha cambiado después de él: ni la rebelión de la Generalidad, ni su continuo desafío a España, ni la traición de los Gobiernos de la nación; todo continúa y se agrava.

Borrell llamó “turba” a las manifestaciones que se hicieron en todo el país en defensa de la Nación y no habló más que de Europa en la manifestación celebrada en Barcelona en octubre de 2017. Igual que estos días Sánchez, que ha propuesto “Autogobierno, Constitución y Europa” como los ejes con los que resolver el problema de Cataluña y de la organización territorial.

«Ningún gobierno ni del PP ni del PSOE, han revertido esta situación. La crisis actual es producto de la inacción de todos los gobiernos»

La destrucción del Estado-Nación no es una idea nueva ni única de los secesionistas y de Sánchez. Una Europa de las regiones o de los pueblos, donde cada región se constituya en un estado de facto confederado, no encontraría naciones fuertes con capacidad para oponerse a los intereses globalistas y a la dominación de la burocracia de la partitocracia europea, ajena actualmente a lo que fueron sus orígenes y fines iniciales.

Que nos explique Sánchez de qué habló con George Soros, cuando le recibió en la Moncloa la primera semana de su gobierno. No he oído a ningún periodista preguntárselo. España es un conejillo de Indias.

En esta deconstrucción de España, las fronteras son reliquias del pasado que hay que liquidar; el concepto de Nación una antigüedad a superar; la igualdad de los españoles y la igualdad ante la ley, algo obsoleto; y si no opina así, es que es facha.

Eso sí, las subidas continuadas de impuestos y el control ideológico de la población, que ya llega a su perfección con la autocensura, son la vanguardia más puntera.