En la serie el Ministerio del Tiempo los protagonistas viajan a momentos de la Historia para impedir que el pasado cambie. También sería interesante al revés, que grandes personajes de la historia vinieran a ver cómo van hoy las cosas e impedir que los malotes empeoren el futuro ahora, que es cuando se puede. Como no la hay, yo se la escribo.

Mi primer capítulo lo protagoniza San Juan Bautista de la Salle, Patrono Universal de los Educadores Cristianos ya que este viernes, 7 de abril, se celebra su festividad.

Juan Bautista nació en 1651 en una familia rica de Reims. Quería ser sacerdote pero su padre no le dejaba. ¿Por qué no haces una oposición, hijo mío?, le diría hoy en día. Al final el padre cedió ya que, al menos, Juan Bautista seguiría viviendo cómodamente, con su título de canónigo de la catedral y “cerquita de casa”.

Pero ese no era su destino. Cuando va París a estudiar para ser sacerdote conoce la pobreza infantil y tiempo después abrirá una escuela para niños abandonados aunque nadie quería acompañarle; solo algunos parados a los que da techo en su casa, lo que provoca que su familia, claro está, le diga que de qué va, que se vaya con sus amigos a otra parte. Así que alquila una pequeña casa y allí se va con sus maestros. Pasado algún tiempo, éstos también empiezan a quejarse de que él sigue siendo rico y “tiene las espaldas cubiertas”. La Salle reflexiona, reza y decide despojarse de su título de canónigo y de todo su patrimonio y se hace totalmente pobre.

Pobre, sin maestros e incomprendido por su familia toca fondo, pero Dios no le abandona: empiezan a llegar nuevos voluntarios con los que La Salle empieza a trabajar y se constituyen como los “Hermanos de las Escuelas Cristianas”. Desde ese momento empezaron a abrir escuelas a lo largo y ancho de Francia: escuelas gratuitas para niños, escuelas de oficios, de maestros y hasta en las cárceles. Cuando prosperaban aparecen nuevos problemas: los maestros calígrafos ven que pierden alumnos porque los Hermanos no cobraban y enseñaban mejor, y protestan entrando en sus clases, rompiendo y quemando mesas y bancos y llevándoles a juicio (que pierden los calígrafos, por cierto).

Desde entonces los Hermanos de La Salle, contra viento y marea, han seguido la vocación de su fundador que hoy mantienen 4.000 Hermanos, 90.000 educadores y numerosos colaboradores laicos, con un millar de centros educativos en 79 países, en más de 80 ciudades en España (3 de ellos en Zaragoza), a cuyas aulas acuden 850.000 alumnos.

Pero hoy, otrora calígrafos ahora políticos, amenazan a la escuela concertada. Hay que impedir que esa amenaza se haga realidad y el futuro de muchas escuelas concertadas cambie. Necesitamos que vuelva La Salle o al menos el ejemplo de su incansable vocación.

Hay que impedir que esa amenaza se haga realidad y el futuro de muchas escuelas concertadas cambie

Creo que si hoy viniera se sentiría orgulloso de sus Hermanos y complacido porque, a diferencia de la Francia que conoció, el Estado de hoy se ocupa de esos niños a los que atendía. Pero seguramente también se sentiría preocupado al ver que algunos pretenden arrogarse una vocación que ellos llevan siglos desempeñando, al ver que quieren reducir a un papel subsidiario su compromiso social.

Hace tres siglos La Salle cambio una historia y ayer miles de aragoneses salían a la calle para cambiar otra historia, la que algunos liberticidas pretenden escribir. La vocación social de entidades comprometidas con la Educación continúa, aunque los herederos de Robespierre se empeñen en aquello de “todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado”.

Este viernes es San Juan Bautista de La Salle, ¡feliz día a los docentes!