Un debate recurrente es el de sí algunos servicios del Ayuntamiento de Zaragoza son más eficientes prestados por empleados públicos del ayuntamiento o bien por trabajadores de empresas proveedoras externas. El servicio telefónico 010, el mantenimiento de parques y jardines o el servicio de autobús urbano han sido en los últimos tiempos objeto de rifirrafes políticos y sociales al respecto.

No hay duda de que la bondad o la maldad no son algo intrínseco a los trabajadores privados o públicos. Unos y otros se desempeñan mejor o peor cuanto mejor o peor seleccionados, capacitados, dirigidos y motivados están. Tampoco debería haber duda de que el objetivo principal del Ayuntamiento no es crear empleo directo, sino prestar servicios con un determinado nivel de calidad al menor coste posible para los contribuyentes. Otra realidad innegable es que no estamos libres de la indeseable corrupción tanto en el marco de un servicio público como en el de una contrata privada.

«No estamos libres de la indeseable corrupción tanto en un servicio público como en una contrata privada»

Lo que sí hay es mejores o peores licitaciones para externalizar servicios, lo que conlleva de forma determinante el logro de los objetivos del contrato. Y, sobre todo, hay una gran diferencia entre la correcta o incorrecta gestión de la exigencia de cumplimiento del contrato que adjudica el cliente final que es el Ayuntamiento.​ Por tanto, el principal responsable ante el ciudadano de un servicio, municipalizado o externalizado, siempre es el consistorio.

Lo que llama poderosamente la atención, y es la prueba del algodón de que suele ser más ineficiente un servicio municipalizado que uno externalizado (insisto en que siendo la ineficiencia que lo mismo salga más caro a los ciudadanos); es que los trabajadores suelen preferir tener “accionista” público que privado, ser dirigidos por un “directivo político” que por un “directivo empresarial”. ¿Y saben por qué?, porque tienen claro que es más fácil ejercer de dadivoso en el mundo de la política que en el mundo de la empresa, es más sencillo con el dinero de todos que con el de uno mismo.

Los ayuntamientos y entes públicos en general son como los abuelos, que consienten mucho más que los padres; por eso los trabajadores a la hora de pedir prefieren, como los nietos, las canas municipales.