Querido Mateo:

Leerás y entenderás esto, o no lograrás entenderlo nunca como me ha pasado a mí, cuando seas un poco más mayor.

«A ver si te va a salir maricón«. Lo sabía. Sabía que alguien me lo diría desde el momento en que su madre y yo decidimos que hicieras ballet. No esperaba que nadie se atreviese a decírmelo y, menos, que lo hiciera amparándose en lo que para él sólo era una broma.

Maldita broma, por cierto. Lo que no imaginaba es que me iba a doler de la forma en la que me ha dolido. No por el insulto en sí mismo, que ya de por sí es despreciable, si no porque alguien haya podido pensar que a su madre o a mí nos pueda ofender cuál sea la orientación sexual que nuestro hijo tenga o decida.

«Lo que no imaginaba es que me iba a doler de la forma de la que me ha dolido»

No sé por qué todavía hay gente que maneja este tipo de códigos para mantener una serie de estereotipos que resultan difíciles de comprender. Me negué a contestar. No quise rebatirle. Hubiera sido dar por supuesto que tu futuro afectivo-sexual era un tema que a tu madre y a mí nos supusiera un quebradero de cabeza. Lo que nos importará de verdad es que seas feliz.

Con una chica, con un chico o solo. Y que si un día tienes un hijo que decide seguir tus pasos y hacer ballet no tengas que encontrarte con una situación como la que tu padre vivió y no quiso replicar.

«Lo que nos importará de verdad es que seas feliz. Con una chica, con un chico o solo»

Seguirás bailando, si quieres. Jugando al fútbol, si quieres. Montando en bici, si quieres. Haciendo teatro, si quieres.

Lo único que tu madre y yo te pedimos es que, hagas lo que hagas, sea porque te hace feliz.

Te quiero, Mateo