La Audiencia de Zaragoza ha condenado a un hombre de 36 años, natural de Ecuador, a siete años de prisión por dos delitos contra la libertad sexual por rozar los genitales de dos niñas menores, de 7 y 9 años, la hija de su pareja y una amiga.

Además, el tribunal le impone cinco de libertad vigilada, diez años de prohibición para desempeñar cualquier oficio relacionado con menores, otros seis meses de arresto por mostrar material pornográfico a las dos menores. Tendrá que abonar además 18.000 euros a cada una de las víctimas. Los hechos se produjeron en marzo de 2016 cuando se quedó a solas con la hija de su pareja y con una amiga de esta.

Los hechos se produjeron en marzo de 2016 cuando el acusado, Jorge Rafael B. P., se quedó a solas con la hija de su pareja y con la otra menor, hija de una amiga de la familia. Según los magistrados de la Sección Primera de la Audiencia Provincial, ha quedado probado que el condenado entró en la habitación en la que estaban jugando las niñas y les pidió que se quitaran las bragas y se pusieran sobre la cama.

El procesado rozó las zonas genitales de las niñas con los dedos, «tanto en la zona vaginal como anal, sin que conste que llegara a introducir los dedos o el pene en la vagina o en el ano de las niñas», reza la sentencia.

Les propuso que le hiciera una felación, pero no consta que esta se llegara a realizar. Jorge Rafael B. P. se metió entonces al baño «y comenzó a masturbarse». Después, mostró el semen a las niñas «diciéndoles que eso era para embarazar a las mujeres» y para que estas guardaran silencio les invitó a una cantidad «desmesurada» de chucherías.

La madre de una de la niñas la llevó al pediatra ante los picores que esta presentaba en la zona genital. Se le diagnosticó una lesión hérpica «que le fue transmitida por el procesado», que también dio positivo al herpes, aunque «no consta acreditado» que conociera padecer tal enfermedad. Se trata de una lesión «de carácter crónico y latente con posibles brotes intermitentes», reza la sentencia. Ante esta situación, la madre preguntó a su hija, quien «confesó lo que había ocurrido».

Los magistrados ven «probable» que ambas menores, al llegar a la pubertad y cuando tomen conciencia más completa de lo acontecido, «sufran alguna alteración». Por ello, «es recomendable un tratamiento psicológico».