Mira tú por dónde, como en los despachos de la Generalidad de Cataluña no tienen ya bastantes problemas -cosecha propia la mayoría de ellos- los guardianes de la raza y el pedigrí vuelven ahora a la carga, según publicó ayer HOY ARAGÓN, con eso de que el catalán debería ser idioma cooficial en las comarcas del Aragón oriental: ese que denominan la Franja de ponent, en sus delirios de grandeza sobre idílicos países catalanes, que sólo existen en su imaginación y en esos libros de cuentos, más que de Historia, que guían a los niños por las nuevas rutas imperiales.

En su penúltima andanada, el Govern se escuda en los resultados de una encuesta encargada por ellos y amparada por la Universidad de Zaragoza -manda narices- donde se asegura que el uso del catalán y sus distintas variedades está cayendo de forma alarmante en esas zonas de Aragón, en las que de siempre se ha hablado y transmitido de generación en generación, en perfecta armonía y convivencia con el español.

«En sus delirios de grandeza sobre idílicos países catalanes, que sólo existen en su imaginación y en esos libros de cuentos, más que de Historia, que guían a los niños por las nuevas rutas imperiales»

Yo no digo que no haya que proteger esas modalidades lingüísticas, que al fin y al cabo forman parte de un patrimonio cultural que a todos nos enriquece, pero sí advierto humildemente al Pignatelli del riesgo que entraña hacer el juego y bailar el agua a quienes en el fondo -lo vistan como lo vistan- utilizan el idioma como caballo de Troya, en su estrategia expansionista, propia de los nacionalismos más trasnochados, xenófobos, totalitarios y excluyentes del siglo XX.

Se agradecen los consejos y la ayuda, señores de la Generalidad de Cataluña, pero la política lingüística de Aragón ha sido, es y será la que decidan los aragoneses en uso de su libertad. Y si tanto les preocupa salvaguardar esa relación secular entre comunidades hermanas, empiecen por no falsear los libros de texto en las escuelas y por no manipular los mapas a su antojo.

«Utilizan el idioma como caballo de Troya, en su estrategia expansionista, propia de los nacionalismos más trasnochados, xenófobos, totalitarios y excluyentes del siglo XX»

Dejen el Aneto y el Matarraña en su sitio; devuelvan el patrimonio expoliado en esas mismas comarcas y puede que entonces -como en los buenos tiempos de la Corona de Aragón, cuando se imponían la concordia y la cordura- este viejo reino esté dispuesto a estrechar, más si cabe, los lazos de afecto que siempre le unirán a los queridos condados catalanes.

Eso sí; cada uno en su casa y Dios en la de todos. Entretanto, señor Puigdemont, en aquellas cuestiones de lengua, historia y cultura que tengan que ver con Aragón, cuanto más lejos, mejor; sencillamente, porque, si algo han demostrado ustedes de un tiempo a esta parte es que no son lo que se dice gente de fiar.​