Hay una grieta que suele separarnos en dos bandos. La orientación política es el mar de fondo, pero es en debates concretos donde se pone de manifiesto con más virulencia. Esta semana ha sido estar a favor o en contra de las donaciones de Amancio Ortega o del referéndum catalán.

En semanas anteriores o de forma recurrente lo son la educación concertada, la inmigración, los festejos taurinos, las formas de combatir la homofobia, el carril bici… Alarguen ustedes la lista. Cada uno creemos lo que nos parece.

Los argumentos con los que lo defendemos, sean hiper-racionales o mega-mitológicos, nos sitúan a uno u otro lado. Está muy bien tener criterio y ser consecuente con lo que se piensa o se siente. Admiro a las personas apasionadas y me gusta saberme apasionado. Me aburren los encefalogramas planos intelectuales o emocionales, y me producen tirria quienes «igual les da que les da lo mismo».

«Los argumentos con los que lo defendemos, sean hiper-racionales o mega-mitológicos, nos sitúan a uno u otro lado»

Pero conviene vivir de frente, convivir, con los que piensan diferente. Hacerles un hueco alrededor y no dejar de saber de ellos por vivir de espaldas a la grieta. Hay una tendencia demasiado consolidada que consiste en relacionarse sólo con lo coincidente con la forma de pensar de cada uno.

Solemos evitar que pueda alcanzarnos cualquier pensamiento o emoción del otro lado. Nos acomodamos en el confort de la camada, en el compadreo con el similar, junto al chiste descalificador o el desprecio sin matices hacia los otros.


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En las redes sociales se sigue solamente a los que piensan igual, sólo se leen los periódicos de la cuerda propia, los libros de los escritores tótem; y se detestan, sin ver, las películas de los “directores de los otros”. Así, lo que acaba ocurriendo es que unos viven en el mundo del viento sin saber nada del mundo de la percusión, y viceversa. Eso igual es muy cómodo, pero resulta reduccionista y es peligroso.

«Lo que acaba ocurriendo es que unos viven en el mundo del viento sin saber nada del mundo de la percusión»

Las razones, además de siempre discutibles, cambian con los tiempos y las circunstancias. Nadie es tan listo como para tener siempre la razón y nadie es tan tonto como para no tenerla nunca. Defendamos lo que cada uno crea o sienta, situándonos con ello en el lado de la grieta que queramos; pero no dejemos de mirar y escuchar al diferente, al que está al otro lado con iguales derechos y razones equivalentes.

Estando de frente y no de espaldas quizás escuchemos algún argumento que no parezca tan bárbaro. Posiblemente ratifiquemos algunos de nuestros propios argumentos, pero quizás maticemos otros.

Incluso hasta descubramos que, en el fondo, tenemos iguales destinos aunque propugnemos diversos caminos. Hasta con destinos diferentes podremos reconocer tras la grieta a otro apasionado, a otro igual; a alguien a quien nunca jamás deberíamos despreciar en nombre de nuestra incompleta y caduca verdad.