Según el Instituto Aragonés de Estadística, en 2010 vivíamos en Aragón 1.345.473 personas. A fecha de enero 2016 los que quedábamos éramos 1.308.563; ahora seremos menos. Los que se van son inmigrantes y mayoritariamente los más jóvenes, especialmente los mejor formados. La única oferta que encuentran aquí, en el mejor de los casos, es trabajar 12 horas por 600 euros.  Sin expectativas de promoción y en régimen de semi esclavitud. Polvo, niebla, viento y sol.

El porcentaje de población joven (entre 0 y 25 años) era del 37% en 1981, del 27,9% en 1996, del 25,2% en 2011 y del 23,1% en 2016. El índice de ancianidad está ya en 35,2% y el de dependencia en el 54,7%. ¿Quién va a pagar un Estado monstruosamente sobredimensionado en cinco niveles administrativos? ¿Quién va a pagar nuestras pensiones? ¿Quién va a quedar aquí en 50 años?

«¿Quién va a pagar un Estado monstruosamente sobredimensionado en cinco niveles administrativos?»

Las Cortes de Aragón, desde los años 90, han hecho como que hacían, sin ningún efecto evidente en los resultados esperados. En el año 2000 aprobaron un Plan Integral de Política Demográfica basado en una multitud de medidas en tres órdenes: apoyo a la familia, apoyo a la inmigración y medidas de Política Territorial, especialmente con el desarrollo de las comarcas. Bonita excusa para montar una pesebrera político-administrativa de reparto caciquil.

El Plan tenía un error diagnóstico de partida: pretender abarcar más de lo que la demografía daba de sí. Dispararon con escopeta de perdigones para no dar en el blanco y dispersar las fuerzas, eso sí, mientras conseguían voto cautivo de las poblaciones más pequeñas y envejecidas.

El hecho de no priorizar áreas de desarrollo y tratar de llegar a todas y cada una de las poblaciones, sin tener en cuenta que ya en 2001 los “municipios terminales” (aquellos donde más del 40% de la población es mayor de 65 años) eran 422 de los 729 que había entonces.

Dispararon con escopeta de perdigones para no dar en el blanco y dispersar las fuerzas, eso sí, mientras conseguían voto cautivo de las poblaciones más pequeñas y envejecidas.

Era un plan inespecífico, con medidas muy genéricas, pero fue el argumento perfecto para desarrollar la comarcalización. Ésta se ha mostrado inútil para resolver este gravísimo problema demográfico de Aragón, pero en cambio ha sido muy útil para multiplicar el aparato de control político-administrativo y desarrollar una administración de control caciquil.

Hay que medirse las fuerzas y no aspirar a ir a la luna pedaleando. Hay que dimensionarse a la realidad, y asumir que la tendencia universal es que la población se agrupe en entornos urbanos, y concentrar recursos y esfuerzos en potenciar en Aragón ciudades de tamaño medio, favoreciendo la movilidad en el resto de áreas.

«La gente vive donde hay trabajo, no donde hay piscinas, pabellones, consejos comarcales y demás infraestructuras infrautilizadas»

Quien mucho abarca, poco aprieta. No hay masa poblacional para potenciar los más de 700 pueblos de Aragón. Centremos esfuerzos y recursos. La gente vive donde hay trabajo, no donde hay piscinas, pabellones, consejos comarcales y demás infraestructuras infrautilizadas que se han construido en estos años en todo Aragón y que sólo han aumentado el gasto corriente.