Casi siempre que se intentan abordar reformas que puedan mejorar la vida de las personas nos encontramos con un debate mediatizado por la politización sectaria.

Pongamos algunos ejemplos. En nuestra Zaragoza, cuando se propuso la instalación de un tranvía, la ciudad se dividió en dos bandos, de tal forma que los votantes de izquierda se alinearon con los defensores del tranvía, mientras los conservadores lo hicieron en contra.

Creo que recordar que en Murcia o Sevilla, la propuesta del tranvía fue de ayuntamientos regidos por conservadores, y allí se manifestaron en contra las oposiciones de izquierda.

Otro ejemplo, cuando se intentaba aprobar la actual Ley del tabaco, la izquierda la apoyó sin fisuras porque la proponía un gobierno socialista, mientras que la derecha no la apoyaba de una manera entusiasta (recuerdo que el actual Presidente del Gobierno, entonces en la oposición, mostraba sus reticencias).

En ambos casos me pregunto: ¿Tienen que ver con postulados ideológicos personales o es simplemente sectarismo político?

Hay muchos debates pendientes para conseguir una mejor calidad de vida y una ciudad más limpia y segura (no quiero decir que ahora no lo sea, estoy pensando en mejorar, siempre hay muchas cosas que mejorar).

Y me viene a la cabeza algunas ideas sobre las que debatir de una manera razonada, sin prejuicios y sin sectarismos. Por ejemplo sobre la convivencia bicicletas, coches, peatones, patines y similares en nuestra ciudad. También sobre seguridad vial y limpieza.

En algunos lugares, como sucede en Gran Vía y Fernando el Católico, conviven en unos pocos metros de anchura, vehículos, tranvía, bicicletas y peatones, además de patines y especies similares. Partamos de la base de que todos tienen derecho al uso de esos espacios, que están perfectamente delimitados.

«Debatir de una manera razonada, sin prejuicios y sin sectarismos»

Veamos la realidad diaria. Pongámonos en el caso de un anciano (si usted no lo es ahora, no se preocupe, es sólo cuestión de tiempo y dentro de muy poco comprobará que ya lo es) que tiene que cruzar del lado pares a impares del Paseo Fernando el Católico de Zaragoza, y supongamos que quiere hacerlo bien, respetando las normas.

Comienza a cruzar en verde por el paso de peatones correspondiente y justo cuando ha dado el primer paso y ya se encuentra en la calzada el semáforo inicia su parpadeo, aviso de próximo cambio, que dura menos de 5 segundos y cambia a rojo a medio cruzar (el anciano no puede andar muy deprisa, por lo que tardará más de ese tiempo en cruzara el paso, aunque cualquier persona en buenas condiciones físicas tampoco podría, yo he calculado para esa distancia unos 9 segundos).

El tranvía se aproxima porque sabe que con la prioridad semafórica lo encontrará en verde (este hecho sucede en bastantes ocasiones). La prudencia del conductor evita el atropello. Pero el anciano recibe el primer susto, a pesar de que él inició su paso de una manera correcta.

Cuando ha sobrepasado ese primer obstáculo se encuentra en mitad de un paso de peatones dibujado en el carril bici que discurre por el bulevar y en el que tiene preferencia, alguna bicicleta a velocidad excesiva o despistada tiene que dar un frenazo para no atropellar a esta persona. Otro susto.

Pero no acaba aquí la cosa, cuando ya está en mitad del paseo un grupo de patinadores casi lo arrolla, después a un chaval montado en un monopatín se le escapa de su control y pasa rozando las espinillas del anciano.

Ya ha salvado la mitad del trayecto con no pocos sustos, ahora viene la otra mitad: más bicis, más tranvía y si no hay mala suerte ningún vehículo que se salte el paso de peatones.

No es ciencia ficción, es una realidad diaria en el centro de nuestra ciudad. Y hay que empezar a buscar soluciones. Hay que reflexionar, sin partidismos, sin sectarismos y sin prejuicios que tipo de convivencia queremos, y si el diseño actual de movilidad es el adecuado.

No creo que sea una cuestión de izquierdas o derechas. No creo que al anciano del ejemplo, vote a quien vote, le importe mucho el aspecto ideológico para cruzar la calle con seguridad y sin sobresaltos.

«No creo que al anciano del ejemplo, vote a quien vote, le importe mucho el aspecto ideológico para cruzar la calle con seguridad y sin sobresaltos»

Hay otros muchos aspectos a debatir para mejorar la convivencia diaria en nuestras ciudades: velocidad máxima de los vehículos en las ciudades; limitar la circulación en determinadas zonas de la ciudad; restringir los horarios de apertura de ciertos locales de ocio para facilitar el descanso de los vecinos; vigilar e imponer sanciones, si fuera el caso, a las personas que no respetan el mobiliario urbano y los jardines, las que ensucian las calles con botellas, latas, papeles, colillas o cualquier otro tipo de desperdicios.

Insisto no se trata de algo que haya que politizar (en el peor sentido de la palabra), es trabajar para la convivencia. En las ciudades europeas más ejemplares en relación con la convivencia y calidad de vida de los ciudadanos lo han conseguido, gobierne el partido que gobierne sin distinción alguna.

Y se ha logrado con consenso, educación y aplicación de las normas aprobadas, incluidas las sanciones a los infractores cuando son necesarias.

¿Por qué no conseguirlo en nuestra ciudad, tan ejemplar en otros muchos aspectos?