Toda muerte es, en más o en menos, triste. Es una separación dolorosa y siempre viene mal. Sucede que, desde el punto de vista político, hay muertes, producidas por atentados, o sea asesinatos, que son inoportunas.

Véase las de ETA, ya no toca hablar de ellas dado el proceso de paz y buen rollo que hay en el País Vasco, todas ellas se han tornado en inoportunas, sobre todo si se cuestiona Otegui como hombre de paz.

Lo que pasa es que, abstracción hecha de todas esas chorradas políticas, para quienes querían o estimaban al asesinado, la muerte es dolorosa, per se y por el hecho de que, en nuestra lógica terrena, no era el momento. Es un dolor íntimo y seco que sólo se puede acompañar y respetar en silencio.

De ahí que cuando hay atentados masivos se monten grandes manifestaciones con un doble objetivo: primero acompañar a las víctimas y su allegado, segundo mandar a los asesinos un mensaje de unidad en el dolor. Hace más de un mes de los atentados del 17 de agosto en Barcelona, y no sabemos ya nada, ni se les recuerda.

Murieron en mitad del procès y no tocaba. En la manifestación que se montó, organizada por Colau, no se llamó a ningún dignatario extranjero. Y eso que había muertos extranjeros y no pocos, fueron el Rey y el Gobierno por iniciativa propia.

«Hace más de un mes de los atentados del 17 de agosto en Barcelona, y no sabemos ya nada, ni se les recuerda ni nada»

Entonces se desencadenó el montaje independentista. Hasta entonces no se podía decir nada, frente a la evidencia de que no había bolardos en las ramblas, pese a los atentados de Londres y París, la sospechosa explosión previa, la muerte de todos los asesinos, etc… lo cual no era normal ni menos en nuestro país acostumbrado a criticar al poder.

Pero la manifestación ya fue lo más, fue todo menos acompañar a la familia de los muertos y dar prueba de unidad. Lo primero fue que el Rey no podía presidir la manifestación y luego vino una manifestación de rechazo al Estado y de fuerza independentista. ¿Los muertos? ¿Qué muertos?

«¿Los muertos? ¿Qué muertos?»

La ideología superó al dolor, en el caso de ETA la ideología llevaba a matar, en la ignorancia de estos muertos “inoportunos” se parecen ETA y el independentismo catalán, por ello hace años Carod Rovira pidió a ETA que no atentara en Cataluña, y el gran invitado en la Diada’17 ha sido Arnaldo Otegui.

Cuando se desprecia la vida pasan estas cosas, los independentistas son capaces de todo, ya lo han demostrado, no nos extrañemos luego de que el Parlament tramite y apruebe leyes en un día, que desoigan al Constitucional, al Fiscal, y que se sorprendan cuando hay actuaciones de la policía para perseguir delitos.

El tema es que muchos acuden a hablar de diálogo, pero ¿se puede dialogar con esta gente?