Es difícil imaginar una noticia peor para Aragón que el severo anuncio de la dirección de PSA-Opel: paralización de inversiones con reducción de producción y empleo en la planta de Figueruelas.

La propia comunicación ha puesto de manifiesto la demoledora desproporción del papel y perfil de cada parte: una dirección empresarial expresándose sin tapujos ni matices, y una descolocada e ingenua representación sindical recibiendo en primicia un mensaje que, al parecer, nadie de la tropa política conocía de antemano.


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Una situación así sólo puede darse cuando entre las partes los desequilibrios en términos de debilidad e ingenuidad son de enormes proporciones.

Por un lado, grupos empresariales cada vez más poderosos como consecuencia del constante crecimiento derivado de las fusiones y saltos en la cadena de valor. Por otro, sindicatos que se creen unos accionistas de referencia que no son.

Y, finalmente, unos políticos ciegos e ignorantes que no saben nada de los negocios de verdad.

«Una descolocada e ingenua representación sindical recibiendo en primicia un mensaje que, al parecer, nadie de la tropa política conocía de antemano»

Mientras que tanto la empresa como los trabajadores se juegan su dinero, la clase política maneja el de los demás. Mientras la empresa acumulaba pérdidas, los trabajadores y políticos sacaban pecho en base a insuficientes bondades.

Con nuestro progresivo provincianismo político hemos ido debilitando el papel del Estado como contrapeso e interlocutor relevante ante enormes multinacionales, a la vez que generando competencia entre Comunidades Autónomas.

Hasta que cualquier presidente de Aragón no sea nadie, y no pueda hacer nada que condicione seriamente a un presidente de un grupo empresarial mundial.

¿Y ahora qué?

«Con nuestro progresivo provincianismo político hemos ido debilitando el papel del Estado como contrapeso ante enormes multinacionales»

Después de llorar por no haber diversificado lo suficiente, por no haber atado compromisos y favores previos, por haber seguido midiéndose con uno mismo en vez de con los demás.

Después de haber dado pasos en falso de supuesta fortaleza sindical, de creerse lo que no se es, no queda otra que protegerse para que el castigo sea controlado, para que el descarrilamiento sea sin vuelco, para que la derrota sea por puntos en vez de por KO.

Cualquier cosa menos inventar una realidad paralela o poner a los torpes habituales, políticos y sindicales, al frente de la negociación.