El silencio es cada vez un bien más preciado. Convivimos con el ruido como si de algo natural se tratara.

Según los especialistas de la salud pública, el ruido es causa de enfermedades físicas y psíquicas. Desde la sordera hasta la ansiedad. El ruido es factor determinante para contraer esas enfermedades. El ruido contamina también el medio ambiente.

En una ciudad podemos encontrar ruidos para todos los gustos. Algunos de esos fastidiosos ruidos que nos encontramos a diario se podrían evitar.

Por ejemplo, entro al supermercado y parece que estoy en una discoteca (¿lo hacen para incitarnos a consumir?). No digamos en el gimnasio, ¡por favor!, yo nunca he necesitado música estridente a todo volumen para hacer deporte (un amigo le llama “música ratonera” a este ruido pseudo musical).


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Voy caminando por la calle y pasa una moto, o mejor dicho un ruido motorizado, que me asusta y me molesta. Me subo al tranvía y escucho las conversaciones en las que no estoy interesado, y los dichosos móviles que no paran de sonar, y los WhatsApp que cantan como pájaros locos.

Ustedes me perdonaran pero todo es consecuencia de mala educación.

Ya sé que, en estos tiempos, expresándome de tan rotunda forma, llamando mal educados a esos productores de ruidos innecesarios, me voy a ganar algunas antipatías, ruego me excusen lo hago, como diría un clásico, sin acritud.

Recuerdo que cuando iniciamos la campaña por el respeto al prójimo en la cuestión del tabaco, los fumadores y los intereses que los incitaban también nos llamaron de todo.

Y miren ahora qué felices somos de poder ir a un bar o restaurante y no recibir bocanadas de humo ajeno.

«Ustedes me perdonaran pero todo es consecuencia de mala educación»

Pues ahora comencemos esta otra campaña contra el ruido innecesario, agresivo y perjudicial para la salud. Imitemos a los países más civilizados, no nos sintamos orgullosos de hacer ruido.

Sintamos orgullo de ser respetuosos con el prójimo y no le hagamos soportar más decibelios de los absolutamente necesarios.

Y para ello propongamos soluciones además de mucha buena educación. No hay que soportar a los maleducados que nos molestan con sus gritos, especialmente por la noche, ni a los vecinos ruidosos, ni a los que tocan el claxon cuando están en un atasco (¿de qué les sirve?).

Se lo decimos educadamente, ¡basta de molestar!

Aquí van algunas propuestas:

– Limitación de la velocidad en las ciudades a 30 kms/h (¡madre mía! aquí sí que me gano simpatizantes)

-Aplicar las ordenanzas municipales sobre ruidos, y mejorarlas en todo lo posible para beneficiar a los que no molestan, no a los otros.

-Sancionar a los que las incumplan las normas

En democracia lo más importante no es hacer lo que a uno le dé la gana, en democracia lo más importante es el respeto.

Para eso, como para todo, se necesita mucha buena educación.