Hace días leía como un medio de comunicación experto en economía comunicaba las marcas más influyentes en cada comunidad.

Todos nos sabemos cuál es el resultado en nuestra comunidad. Pero lo que más me preocupaba era ver como la gente lo compartí en redes sociales, orgullosa del resultado que se había obtenido.

Me encanta Bunbury. Y siempre que oigo la canción, ‘Enganchado a ti’, me recuerda a la situación que vivimos con esa marca en nuestra Comunidad Autónoma.


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Todo enganche es malo. Ya puede ser la pareja que nos haga ver las estrellas, que nos dé el mayor de los placeres, que estar enganchados es lo peor que nos puede pasar.

Pensamos que estaremos para toda la vida con ella. Pero aún así viviremos con miedo, pensando que se nos puede “acabar el chollo en cualquier momento, si viene un cachas de “Hombres, mujeres y viceversa” y nos la quita.

Así vivimos nosotros con la marca automovilística. ¿O es que ya nos hemos olvidado de lo que pasamos hace pocos meses con el miedo a que mucha gente se fuera a la calle y el miedo al cierre de la fábrica?

Parece que ya se nos ha olvidado y creemos que podemos seguir durmiendo tranquilos como estábamos hasta entonces.

Estar enganchados a una cosa, es perder nuestra capacidad de decidir. De creer que otras cosas pueden ser posible. Pero sobre todo, de dar oportunidades a otras cosas en la vida, que quizá nos podrían hacer igual o más felices que la susodicha.

«Estar enganchados a una cosa, es perder nuestra capacidad de decidir. De creer que otras cosas pueden ser posible»

Se nos llena la boca hablando de nuevas tecnologías. De parques tecnológicos y de viajes a espacios de coworking para ver cómo trabajan las grandes mentes. Firmamos convenios, (delante de la televisión, desde luego), para que los lugares más recónditos de nuestra Comunidad tenga banda ancha (¿a una población más anciana que Matusalem se le va a poner a que programen y no vayan a echar la partida después de comer?…Venga ya).

Todo para aparentar algo en lo que realmente no creemos, porque es mejor dar “caramelos” a la gente que no se nos revuelvan.

Preferimos ver como vienen los demás, a enseñarnos cosas que hacen.

Que muchas veces se nos cae la baba como la persona en cuestión, nos enseña a que 1+1 son 3 para él, y nosotros le aplaudimos a rabiar. A sacarnos los cuartos creyendo que nos convertirán en la gran referencia mundial de lo último de lo último.

Pero siempre todos los verdaderos esfuerzos, los orientamos a tener las cosas calmadas. No vaya a ser que nuestro sillón peligre.

Tenemos miedo al futuro. Y cuando reivindicamos nuestros derechos, en el fondo lo que queremos es que sigan las cosas igual. Pero queramos o no, la vida cambia constantemente. Y lo que ayer nos hacía felices, mañana a lo mejor no.

¿O es que de un día para otro no ha cambiado tu situación sentimental o profesional y has tenido que adaptarte a la misma quieras o no?

Depender de algo, como único modo de subsistencia, es no creer en nosotros mismos, señores. Es no avanzar, es no creer que podemos liderar avances en otros campos profesionales.

Es no darle oportunidad a otras ideas, a otras formas de ver la vida.

«En el fondo lo que queremos es que sigan las cosas igual. Pero queramos o no, la vida cambia constantemente»

Es no creer que podremos avanzar de otras maneras. Es creer que la única forma de avanzar en la vida, es a base de subvenciones que haga que la gente tenga el “pico” cerrado y no en las personas que lo han luchado por ellas mismas sin ayudas y en campos nuevos a los establecidos. (y sí, existen personas y empresas así).

En definitiva, más vale malo conocido que bueno por conocer, ¿verdad?

¿En el próximo estudio existirá otra empresa que se convierta en la más influyente de nuestra Comunidad Autónoma?