El surrealismo político se ha adueñado de parte del discurso del independentismo catalán. O, siendo más preciso, del sector pancatalanista que promulga la anexión de los territorios limítrofes a Cataluña a un nuevo Estado propio.

Estos territorios son Baleares, la Comunidad Valencia y las comarcas del Aragón Oriental, conocidas (estas últimas) en el independentismo como la Franja aragonesa.

Una idea surrealista que desde hace años ha cogido fuerza en parte del arco parlamentario catalán, con Esquerra Republicana y la CUP. Así como en un sector del PDCat.


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El nuevo dirigente del Govern, Ernest Maragall (ERC), ideó -en un programa electoral de su formación- la participación de la Comunidad Valenciana, Baleares y el Aragón Oriental en el intento por crear un Estado propio catalán.

Los autodenominados ‘Países Catalanes’, una idea surgida hace poco más de cien años para formar una gran nación catalana con todos los territorios que -según justifican- comparten lengua y cultura.

«Conviene que personas y entidades representativas de los diversos territorios estén presentes en el proceso de transición nacional y que las estructuras de Estado que se hayan de crear tengan presente la posibilidad de que cualquier otro territorio histórico de la nación catalana pueda, en cualquier momento, decidir de manera democrática añadirse a la futura República catalana o crear otra y federarse», cita textualmente el programa electoral de ERC en las últimas elecciones europeas.

Y determina que “estar presentes en el proceso significa dejar claras las bases de la futura relación entre la nación catalana libre y la que continuará bajo jurisdicción española o francesa. También es preciso pensar qué papel habrá de tener el nuevo Estado en el resto de territorios catalanes y qué derechos han de tener los ciudadanos de adscripción nacional catalana que queden fuera del ámbito territorial del nuevo Estado”.


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Para todo este proceso, en el citado programa electoral se marcan varios objetivos. Entre ellos, la creación de una doble nacionalidad. Es decir, añadir a los habitantes de los territorios que conforman los ‘Países Catalanes’ a la nacionalidad catalana.

«Las personas y entidades representativas de los diversos territorios estén presentes en el proceso de transición nacional y que las estructuras de Estado que se hayan de crear tengan presente la posibilidad de que cualquier otro territorio histórico de la nación catalana pueda, en cualquier momento, decidir de manera democrática añadirse a la futura República catalana o crear otra y federarse», decía el programa electoral.

“Es preciso pensar qué papel habrá de tener el nuevo Estado en el resto de territorios catalanes y qué derechos han de tener los ciudadanos de adscripción nacional catalana que queden fuera del ámbito territorial del nuevo Estado”, añadía.