Hace unas semanas fue el Día de Internet. En concreto, el jueves 17 de mayo se celebró mundialmente.

Uno de los objetivos era promover y sensibilizar sobre la importancia y presencia de las TIC’s en la atmósfera diaria de todos los contemporáneos.

Se llevaron a cabo múltiples iniciativas y encuentros a lo largo y ancho del mundo, también en el digital. En algunas de las cuales también participe orgullosamente.

No vamos a volver a enumerar la multitud de posibilidades que nos ofrece convivir con el mundo online. Tampoco olvidaremos que hay mucha contaminación en la esfera digital. Ni toda la información y ni testimonios que fluyen por la red son siempre ciertos y correctos. Ni muchísimo menos, apropiados.

De ahí la importancia de formar y educar a todos nuestros congéneres, sobre todo a los más jóvenes, en el uso adecuado de las TIC’s.


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Lo que se pretendía con estas acciones era concienciar, difundir conocimientos y sapiencia en el buen uso de las TIC’s.

Y no solo que queden reducidos a un único día o semana. Sino hacerlas extensibles y que calen durante todo el año, es decir, hacer de ello un hábito de vida saludable. Porque internet lo hacemos todos y en él convivimos juntos.

Del mismo modo que quiero salud para mí y los míos, también lo quiero para el resto de mis coetáneos.

Siempre hablamos de salud física y mental. En el Siglo XXI, hay que incluir además la tecnológica. Somos ciudadanos 4.0. Ciudadanos digitales.

Según la OMS “la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.

Me relaciono, habitualmente, con jóvenes y adolescentes (incluso no tan jóvenes) que desarrollan su vida igualmente en la red. WhatsApp, Instagram y/o cualquier otra red social o app sabe más de ellos que ellos de sí mismos; con las posibles futuras consecuencias que de esto puedan derivarse con sus conductas y comportamientos.

«WhatsApp, Instagram y/o cualquier otra red social o app sabe más de ellos que ellos de sí mismos»

Viven contagiados del ambiente digital en el que nos desenvolvemos actualmente. Algunos podría decirse que están infectados por el virus digital. Lo que ocurre es que no son conscientes de ello. Algunos adultos tampoco, ¡para que mentir!

En mi casa nos insisten, lo poco gusta y lo mucho cansa Todo en su justa medida Y aquí es donde reside, para mí, la importante diferencia. Internet sí, por supuesto. ¡Vivimos en la era de la tecnología!


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Sin embargo, como todo en esta vida hay que aprender y saber gestionarlo debidamente. ¡Y en ello estamos!

«Internet nos facilita la vida Y, también, gracias a él nos la complicamos en exceso otras ocasiones…»

Lo que me inquieta realmente es que los jóvenes y adolescentes no sepan relacionarse satisfactoriamente en sociedad, como seres humanos que son, porque inviertan más horas al día de su vida en desarrollarse digitalmente.

Por supuesto comprendo que se relacionen en la red, siempre y cuando lo hagan con respecto, educación y manteniendo unos valores éticos y morales.

Sin embargo, no olvidemos que estos valores humanos se transmiten a través de las relaciones sociales e interpersonales en un entorno físico. Hecho que ni la mejor red social digital que se pueda inventar podrá resolver e igualarlo.

Si os preguntáis qué es para mí la salud digital es sencillo. Compaginar mi vida online y offline de un modo equilibrado y saludable, sin que mi estado de ánimo y felicidad emocional dependan de lo que me determine la tecnología en cada momento de mi vida.


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Integrar, ecuánimemente, vida analógica y digital facilita al individuo un nivel de desarrollo personal e intelectual óptimo que se ve reflejado en un progreso cultural y social que beneficia globalmente a la colectividad.

¡Ciudadanos digitales disfrutad racionalmente!