La democracia interna en los partidos políticos, como en cualquier maquinaria de poder, son el mayor tormento para las aspiraciones políticas de cualquiera.

Un proceso de primarias donde se abren las heridas nunca suturadas, se realzan las viejas enemistades entre familias o se enrocan los caciques de comarca para mantener su cotarro. Es el navajazo limpio mientras intentas suavizar la tensión con una sonrisa.

El Partido Popular se debate por su futuro. Un hecho que no debería ser ajeno a ningún español. La formación capital en el centro derecha de un país incierto debe de ser un pilar solido que alumbre nuestro porvenir.


Publicidad


No son palabras vacías. Son necesidades. España debe de tener referentes políticos a ambas orillas ideológicas. Sin ambigüedades. Ni campañas de marketing.

«Un proceso de primarias donde se enrocan los caciques de comarca para mantener su cotarro»

Los votantes maltratados o ‘perdidos’ por el Partido Popular -3 millones de votantes en pocos años- o el deseo de sus militantes por debatir sobre ideas es el centro del cónclave. El objetivo de ser una formación que aglutine el espíritu que alcanzó dos veces la mayoría absoluta.

Un partido donde la teoría imperante, en los últimos años, era no hacer nada sin dar la batalla a la agenda política de la izquierda para convencer a la mayoría. Como si los votantes fueran a votar al PP por no plantar cara a su oposición política.

Después de varios años encallado en una gestión discutida y en una evidente falta de lucidez ideológica, parece que sus bases pretenden volver a la esencia.

Un partido sin complejos, con una idea clara -y potente- de España, con el compromiso de bajar impuestos, reducir la administración, recuperar a las víctimas del terrorismo como pilar moral y no bajar la cabeza ante las políticas sociales de la izquierda.

Y todo ello, sin olvidar, la podredumbre estructural de un partido asolado por la corrupción. En varias de las comunidades autónomas donde han defendido con orgullo su gestión durante décadas.

«España debe de tener referentes políticos a ambas orillas ideológicas. Sin ambigüedades»

El riesgo de todo proceso de primarias es mirar hacia dentro. Es pensar que lo importante es el debate interno del partido político. Y más en una formación que la elección de su líder es la elección de su candidato a presidir el Gobierno de España.

El votante medio de cualquier formación no piensa como el militante medio de cualquier partido. No entienden entre liberales ni conservadores, entre porcentajes de PIB o soluciones ‘made in Hayek‘. Quieren frescura, honradez, nuevas ideas y motivos para creer. Están hartos de lo mismo de siempre.

Creo, firmemente, que de los tres principales candidatos hay uno que cumple con lo anterior. Es algo tan simple como aplicar el sentido común. Y escuchar a la España de los balcones.