Ahora que le pongo manos a esta obra, en clave de opinión sobre la realidad aragonesa, aspiro a respetar eso de los buenos principios. Y para que no haya dudas formales, me estoy refiriendo a los comienzos de esta aventura-columna, que nace en este periódico con una vocación semanal.

Y entre la realidad, compleja y variopinta, que muestra este nuestro Aragón de la segunda década del siglo veintiuno, destaca un asunto que no es nuevo, pero que se ha convertido en un problema muy serio, y muy puesto de relieve estos días: me refiero a la despoblación.

Recientemente, un nuevo cargo de la Administración en la Comunidad señalaba la despoblación entre sus principales retos, y manifestaba, sin ambages, que Aragón “se está desangrando y necesita medidas drásticas y fórmulas imaginativas”.


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Para ello apelaba al ADN aragonés (sic). Interesante recurso científico que nos sacará de todas las dudas y, consiguientemente, alumbrará los remedios que el problema necesita. O no.

Porque hace ya unas décadas que don Florencio vivía en Huesca, al cantar del profesor José Antonio Labordeta, y que aquí, lugar indeterminado de la geografía oscense, sólo quedaba un testigo, eso sí, con una cabra mochales, una gaita y un tambor, creo recordar si no me traiciona la memoria.

Pues bien, pasó lo que tenía que pasar, que un día, ya se lo había adelantado a su patrón y que éste pregonara lo que quisiera, cogió todo y se fue a Zaragoza. Que donde no hay futuro, como siempre ha sido, el presente tiene sus días contados.

«Aragón se está desangrando y necesita medidas drásticas y fórmulas imaginativas»

Ocurre que, en esos rankings en los que nadie quiere figurar, y el de la despoblación es uno de ellos, Aragón destaca sobre el resto. Pero esto no es noticia realmente, porque ya lo viene haciendo años atrás. Lo que sí resulta más novedoso es verlo elevado a categoría de trending topic.

De pronto descubrimos que la despoblación puede considerarse un factor a tener en cuenta en el reparto de fondos europeos, y que, por consiguiente, allí Aragón puede verse beneficiada, siempre y cuando acierten nuestros políticos en los procedimientos para que tanto el Consejo de Europa como el Parlamento Europeo den su ok.

Y prácticamente, sin solución de continuidad se celebraba en Huesca una Jornada sobre la despoblación rural con el objetivo de encontrar políticas que ayuden a frenar la pérdida de habitantes en estas zonas, tan habituales por estos lares.

A la espera de que el Gobierno central cumpla con su compromiso de elaborar en tiempo la Estrategia nacional contra la Despoblación en materia de políticas públicas, el encuentro ha servido para subrayar la soledad de la administración local en su intento de desarrollar acciones que sostengan población en el medio rural.


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Y otros encuentros se anuncian, como el que a finales de septiembre y organizado por la Universidad de Zaragoza, debatirá sobre la problemática de la despoblación.

Mientras tanto, el Observatorio Aragonés de Dinamización Demográfica y Poblacional, creado para la coordinación de las propuestas y medidas que se impulsen en materia de política demográfica y contra la despoblación, ya ha mantenido su primera reunión.

«De pronto, descubrimos que la despoblación puede considerarse un factor en el reparto de fondos europeos, y que allí Aragón puede verse beneficiada»

De momento, según han contado, existen varias líneas de actuación (desde inversiones para acelerar y mejorar la digitalización de Aragón, pasando por servicios e inversiones para la atención a las personas mayores, hasta programas de nuevos pobladores en el medio rural o campañas de sensibilización para generar una actitud positiva hacia el valor rural…y algunas más).

Muy interesante todo, pero ni una sola palabra, mire usted, del fomento de la natalidad. Tenemos un Aragón mayor y despoblado, y no somos conscientes.