Y te diré quién eres. O lo que es lo mismo: «Por los frutos se conoce el árbol». Es curioso, pero algo que pasa siempre desapercibido a la prensa, son los nombramientos.

La prensa se halla pendiente de la última, y absurda, trifulca montada en el Ayuntamiento de Zaragoza, pero no de los nombramientos, que dicen mucho de quien nombra y de quién es nombrado.


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Pensaba descender a más casos pero bastará con el del Consejo Consultivo. Desde la Ley 1/2009, de 30 de marzo, ha tenido dos composiciones, antes estaba, desde 1995, la Comisión Jurídica Asesora, de la que no es caso hablar.

El Consejo Consultivo se compone de su Presidente y 8 vocales. Es el máximo órgano consultivo del Gobierno de Aragón.

El Presidente y los vocales son nombrados por el Gobierno de Aragón, el Presidente y 6 de los vocales han de ser juristas de reconocido prestigio (cosa que verifica la Comisión Institucional de las Cortes de Aragón, con un criterio un poco laxo con algunos miembros) y los otros 2 deben haber tenido un cargo político importante.

«Los nombramientos dicen mucho de quien nombra, y de quién es nombrado»

Hay que destacar que en la actual composición hay mujeres y antes no, por fin. Pero si bien la condición básica es tener la condición de aragonés, otra vez son todos de Zaragoza capital, el resto de Aragón no existe.

Es decir, por fin somos modernos en cuanto a la mujer se refiere. Y por fin estamos en línea con el Consejo de Ministros y Ministras, pero no debe de haber juristas de reconocido prestigio fuera de Zaragoza capital.


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Desde 1995 a nadie se le ocurre mirar fuera. ¿O será que vamos más, y me incluyo, a Madrid que a Teruel? ¿Teruel existe? Esto es barato, y es una acción de reequilibrio, poco lucida, eso sí.

Es mejor prometer lo imposible, lo posible se nos olvida.

Esto sigue demostrando que una cosa es Zaragoza y otra el resto de Aragón. Si hasta el Comisionado de la DGA en el plan contra la despoblación vive en Zaragoza, y, como todo el mundo sabe, Zaragoza es el lugar más despoblado de Aragón.

Así es normal vivir con la vista puesta más en Madrid que en Aragón y, ello, a todos los niveles.