Tengo que reconocer que me sorprendió. No daba crédito a la fotografía.

Con una puesta en escena tétrica, que recuerda a cada uno de los actos de la izquierda abertzale, se lograba ver al concejal de ZEC Pablo Híjar: sonriente, altanero y reivindicativo en la mesa que defendía los postulados de los jóvenes radicales que agredieron a dos guardias civiles -y a sus parejas- en Alsasua.

Y condenados a penas de entre 2 y 13 años de prisión por la Audiencia Nacional.


Publicidad


Es cierto que Zaragoza en Común nunca ha ocultado su visión del suceso. El ‘comandante’ Alberto Cubero lo tildó de «pelea de bar» dentro de, su ya habitual, sesgo ideológico propio de una mente trasnochada.

Pero de ahí, a estar físicamente en un acto como representante de todos los zaragozanos, hay un salto enorme. El hecho de institucionalizar -o patrimonializar- la posición de los agresores de Alsasua desde su posición política como concejal de todos es un insulto.

La presencia de Híjar en ese acto compartiendo la visión de los agresores en vez de situarse con las víctimas es el fiel reflejo de lo que es Zaragoza en Común. Y es que no sólo permiten organizar el acto por la «libertad de expresión»: si no que blanquean, jalean y defienden a los agresores.

«La presencia de Híjar en un acto defendiendo a los agresores en vez de a las víctimas es el fiel reflejo de lo que es Zaragoza en Común»

Estoy convencido que la mayoría de los votantes de ZEC, más de 80.000 en las elecciones de 2015, no hubieran ni sopesado la idea de acudir a un acto tan denigrante. Tan sólo iría aquel que no entiende la línea entre lo institucional -de todos- con un acto de militante comunista o ‘antifascista’.

Más allá del sectarismo de ZEC rebajando a «pelea de bar» la agresión a dos guardias civiles, no soy capaz de encontrar los ‘principios’ feministas del concejal Pablo Híjar para hacer acto de presencia en un acto en defensa de jóvenes que agredieron a dos mujeres.

Son 125 días los que restan para las elecciones municipales. Eso sí será, sin duda, la verdadera libertad de expresión de todos los que reclamamos una Zaragoza más decente, respetable y con visión de futuro. 125 días para votar, o botar, a algunos.