Cuando los zaragozanos viajamos a una ciudad importante usamos Uber. Da igual que sea en Rio de Janeiro, Ciudad de México, París o San Francisco.

Supongo que cuando lo hacemos no es porque tengamos nada personal contra los taxis, ni siquiera porque resulte más barato, sino que sencillamente lo preferimos porque es más cómodo.

Igual que nos descargábamos películas ilegalmente para no tener que bajar al video club y dejamos de hacerlo cuando apareció Netflix, los usuarios y consumidores tendemos a hacer, en cualquier ámbito, lo que nos resulta más ventajoso.


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Muchos soñábamos con el día en que empresas como Uber o Cabify se fijaran en nosotros, pero el Gobierno de Lambán se ha adelantado, por nuestro bien, y ha decidido que ante la duda, la prohibición.

Y luego ya veremos. No debería extrañarnos a los aragoneses, que ya hemos hecho callo no solo de tener en nómina a gobernantes miopes, sino sobre todo de llegar siempre tarde a cualquier cosa que parezca moderna aunque sea remotamente.

Así perpetuamos ese espíritu que siempre nos ha caracterizado de rechazar cualquier cosa nueva o diferente, que hace que las grandes marcas suelan usarnos como conejillos de indias: si funciona en Zaragoza, funciona en cualquier lugar de España.

«El Gobierno de Lambán se ha adelantado, por nuestro bien, y ha decidido que ante la duda, la prohibición»

Porque nos provoca alergia lo nuevo, el cambio, los patinetes al lado de una farola, el asfaltado de calle Don Jaime… Pero eso sí, saltamos de gozo cuando instalamos el tranvía, ese invento decimonónico que es probablemente el transporte urbano menos flexible que ha ideado la humanidad.

Más vale malo conocido que bueno por conocer, parecemos gritar.


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Ahora que empezamos campaña electoral, el señor Lambán se seguirá llenando la boca con promesas de inversiones tecnológicas, innovación, futuro, vanguardia y walqas.

Pero no nos engañemos: somos Aragón, y estamos condenados a seguir siendo un territorio atrasado, esa tierra donde las empresas tecnológicas apenas se plantean abrir y cuando lo hacen son recibidas con guadañas y pedradas.

Volveremos a llegar tarde al progreso y nuestro Gobierno seguirá blandiendo el puño hacia Madrid, culpándole de su propia incompetencia.

El lobby del taxi en Aragón puede respirar tranquilo: cuando despierten por la mañana nuestro Gobierno estará al otro lado de la cama. Los ciudadanos podemos seguir soñando, ya disfrutaremos del progreso cuando visitemos una gran ciudad.