Como apasionado de la historia, cuando camino por Zaragoza, lo hago fijándome en los pequeños detalles que llaman mi atención. Deambuló hurgando entre las cicatrices de la historia de nuestra ciudad. Intento encontrar el porqué de los monumentos, el homenaje que evocan las placas que decoran nuestra ciudad, los personajes a quienes rendimos tributo con el nombre de nuestras calles…

En una de mis caminatas por el centro de Zaragoza, absorto, paseaba rememorando las batallas heroicas de los Sitios de Zaragoza que de forma tan excepcional plasmó Benito Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales “…y entre los muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde” – frase que recordaban también los antiguos billetes de mil pesetas.


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Fue entonces cuando en Plaza España, me topo con una estatua que siempre había pasado algo desapercibida a mi insaciable curiosidad. La estatua en sí es una mujer, o más bien una joven en sus últimos años de pubertad, mostrando su desnudez con cara algo atemorizada. Me acerco a ella.

En la base de esta imagen, hay una inscripción: “Alberto Gómez Ascaso, Mujer con manto azul – 2007”. No hay más pistas que me ayuden a entender a quién o qué rinde homenaje esa mujer. Doy por hecho que, al ser un lugar tan transitado, recordará una causa o personaje importante.

Tomo el tranvía para volver a casa. Sigo sin quitarme de la cabeza a la mujer con los senos al descubierto de Plaza España, ¿a quién o qué conmemorará?

El tranvía continúa su trayecto por Paseo Independencia, Plaza Aragón, Plaza Basilio Paraíso; son todo nombres que puedo identificar: la guerra de los españoles contra Napoleón, nombre de nuestra Comunidad Autónoma, importante político y escritor aragonés…  

Ojeo un libro sobre la Transición Española titulado ‘Anatomía de un instante’ que he comprado esa misma mañana: “¡Quieto todo el mundo! – grita el Coronel Tejero – y el único que permanece de pie es el general Manuel Gutiérrez Mellado junto a Adolfo Suárez”. Cierro el libro.

Pienso en lo afortunado que nos debemos sentir los españoles de que un puñado de políticos no se amedrentasen a los tiros que aún hoy se aprecian en la bóveda de nuestra Cámara Baja.

El tranvía continua su recorrido por Gran Vía. Mi mente sigue absorta pensando quién puede ser la mujer desnuda de Plaza España, cuando de repente: ¡Otro monumento de más mujeres desnudas! – pienso – ¡pero esta vez son tres y ciertamente están famélicas!

Decido pensar en otra cosa. Mi obsesión por explicarme qué evoca ese monumento en Plaza España, parece estar consiguiendo que solo vea monumentos de mujeres desnudas por toda la ciudad.


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Miro la pantalla donde se anuncia la última parada ‘Mago de Oz’. Me resulta curioso el nombre, le encuentro hasta su toque divertido. Me pregunto cuáles serán los criterios que nuestros políticos de hoy tienen en cuenta para poner nombre a las calles o erguir un monumento.

Vuelvo a ojear el libro. Mi imaginación me transporta al momento de los tiroteos que Tejero con los suyos propiciaron al entrar en el Congreso de los Diputados.

Mis pensamientos se interponen por un momento: Mago de Oz, Adolfo Suárez, Tejero, criterio para nombrar nuestras calles… un escalofrío me recorre toda la espalda: ¿Dónde está la calle Adolfo Suárez en Zaragoza –me pregunto– si el Mago de Oz tiene el honor de tener una calle a su nombre? Adolfo Suárez desde luego no debería ser menos.

Por un momento me sonrojo de mi ignorancia; no puede ser que no sepa dónde está en Zaragoza la calle de este importantísimo personaje de nuestra historia reciente.

Me viene a la mente el aeropuerto madrileño de Barajas Adolfo Suárez, pero en Zaragoza no logro ubicar nada que le recuerde. Si Madrid le ha dedicado un aeropuerto con su nombre, estoy convencido Zaragoza tiene que tener algún lugar de la misma importancia. Estrujo mis conocimientos del callejero de mi ciudad. Nada. No consigo identificar calle, monumento o placa alguna. 

Vuelvo a mirar la pantalla del tranvía: ‘Mago de Oz’. ¿Cómo es posible que sepa dónde está la calle que se recuerda a este personaje de ficción y no logre recordar donde se rememora a Adolfo Suárez en Zaragoza? Saco apresuradamente mi teléfono del bolsillo y tecleo: «Adolfo Suarez Zaragoza»

Aturdido veo que sí existe una calle a Suárez. Siento vergüenza de no conocerla. El móvil va cargando la ubicación de la calle. Una pequeña calle aparece entre Miralbueno y Monzalbarba. ¿Cómo? -intento justificarme- ¿este recóndito lugar es donde nuestros políticos decidieron era el más idóneo para alguien de tanta relevancia? ¿Un lugar tan alejado y abandonado?

Utilizo la opción street view para ver la panorámica de esta calle. ¡No puede ser! ¡Una calle de unos escasos metros y apenas sin asfaltar! No salgo de mi incredulidad. ¿Esto es cómo rememoramos a alguien que defendió entre disparos nuestra democracia el 23F?  


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Vuelvo a mirar la pantalla del tranvía que indica las paradas con destino a Mago de Oz. La rabia se apodera de mí. Conozco bien el callejero de esa zona. Avenida Mario Bross, Plaza Mary Poppins… 

Siempre me había hecho gracia esos nombres, pero ahora siento desprecio hacia estos personajes de ficción – ¿Cómo es posible que éstos ocupen lugares tan destacados, o que mujeres con torsos desnudos ocupen espacios tan transitados, mientras que alguien tan transcendental en nuestra historia se le recuerde con una calle irrisoria?  

Sigo preguntándome qué calles relevantes se les ha dedicado a personas que en mi opinión merecerían un recuerdo especial. Gutiérrez Mellado o Publio Cordón son meros “andadores” que no llegan a tener siquiera la categoría de calles.

Miguel Ángel Blanco, sí que es una calle, pero una calle estrecha y recóndita; totalmente desconocida a excepción del puñado de vecinos de Valdefierro que viven en ésta. Apostaría que solo un reducidísimo grupo de zaragozanos conoce estos andadores o calles.


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Estos hallazgos me hacen reflexionar que no estaría mal que los zaragozanos nos replanteásemos a quiénes queremos recordar en nuestro callejero o qué hechos históricos dedicamos a nuestros monumentos. Me niego a aceptar que Zaragoza tenga en el olvido a Adolfo Suárez mientras que a Mary Poppins le recordamos con ¡nada más y nada menos que una plaza!

Me parece sencillamente una burla a nuestro pasado y a nuestros valores. Una broma de muy mal gusto. ¿Cuál será la siguiente? ¿Calle Pikachu? 

Espero que los zaragozanos meditemos sobre este tema; y algún día nuestro callejero y nuestros monumentos recientes recuerden a quienes sí se merecen un lugar digno en nuestra ciudad.