El Gobierno de Aragón acaba de editar un manual de ‘Lenguaje inclusivo con perspectiva de género’ dirigido a las administraciones públicas para que sus funcionarios puedan hacer uso de él.

En dicho manual se deja de lado el género para dar paso a un vocabulario sin género, ni masculino ni femenino. Así, por ejemplo los maestros o médicos ya no pueden decir “niño o niña” tendrán que decir “las criaturas” o “el infante”, dato curioso si nos vamos al diccionario de la RAE donde por “criatura” dice niño de corta edad, feto… además el artículo ”las” es al femenino plural en este caso, lo cual puede llevar a confusión ¿no creen?


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¿Hasta qué edad se puede decir criaturas? Y si usamos el término “el infante”, con artículo “el” utilizado para el masculino, vemos que la RAE, en primer lugar se refiere a niño de corta edad pero el resto de acepciones hacen referencia a la monarquía, con lo cual volvemos a crear confusión o ¿ahora los niños pertenecen a la realeza?

Propone utilizar palabras que incluyan ambos géneros pero el determinante que las acompaña nunca lo hará.

Los que somos padres ya no tenemos “hijos, ni hijas”, palabras que tampoco se pueden usar ahora tenemos “descendencia”.

Así que según el señor Lamban, para que no se sienta nadie ofendido por el género, ahora los padres tenemos descendencia de criaturas. Pues mire señor Lamban, a mí no me gusta que a mis hijos les llamen criaturas ni infantes, ni descendencia. Me ofenden esos términos, y estoy segura que habrá más padres que opinen como yo.

«Los que somos padres ya no tenemos “hijos, ni hijas”, palabras que tampoco se pueden usar ahora tenemos “descendencia»

Señores: ¿se nos está yendo la cabeza? ¡Cuánta tontería, por favor! Como si, complicar la vida con el lenguaje fuese la solución o nos hiciese más inclusivos. Tenemos un idioma con una gran riqueza y pretenden algunos empobrecerlo, manipularlo e incluso cambiarlo a su conveniencia como si con eso se fuera a reconocer o valorar más el papel de la mujer.

¿Realmente piensan que así son inclusivos por cambiar unos términos por otros? ¿Realmente son más inclusivos en la empresa que denomina a la gente que trabaja para ellos “la plantilla” que la que habla de “los empleados”, término masculino, que para aquellos que no lo hayan aprendido aún, sirve para nombrar al mismo tiempo tanto empleado como empleada?


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¿Realmente se sienten ofendidas “las profesoras” de un centro porque la dirección hable del “profesorado” usando el masculino genérico en vez de decir “el cuerpo docente” como pretende el Gobierno de Aragón?

¿Realmente se sentirían ofendidas las ciudadanas aragonesas si el señor Lamban se dirigiese a la ciudadana con el término genérico de “los ciudadanos”?

«Tenemos un idioma con una gran riqueza y pretenden algunos empobrecerlo, manipularlo e incluso cambiarlo a su conveniencia como si con eso se fuera a reconocer o valorar más el papel de la mujer»

El siguiente paso será decirle a la RAE que se actualice eliminando todos aquellos vocablos de género sexista según ellos y modifique la gramática. Vamos un caos. Y una patada al lenguaje que cada día se empobrece más por la falta de lectura, por los mensajes de texto y la nueva forma de escribir.

Cada vez se comenten más faltas de ortografía. Y por si esto no fuese preocupante, tenemos el nuevo manual de lenguaje inclusivo.

Mientras dedican tiempo a este manual, dejan de lado asuntos verdaderamente importantes de Aragón, que preocupan más a la población que el género con el que se dirigen a uno. Me refiero a las largas listas de espera sanitarias, al número de desempleados, a la educación, por ejemplo.

Pero es que además, si nos preocupa realmente la igualdad de las mujeres, lo que ofende es que en lugar de medidas efectivas para lograr la conciliación o eliminar los techos de cristal pretendan distraernos con fuegos de artificio.

No sé, tal vez haya gente muy susceptible que vea en el uso correcto del lenguaje sexismo o machismo.

Pero para la mayoría de nosotras la forma de acabar con la desigualdad entre hombres y mujeres no está en eliminar todo género masculino y femenino de nuestro vocabulario. Y hacerlo ambiguo y neutro.

Lo importante no está en si decimos, alumno, alumna o “el alumnado”, el alcalde, la alcaldesa o “la alcaldía”, sino en el respeto y el valor con el que uno trata a los demás, independientemente de su género, ideología o raza.


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Solo valorando a las personas como a uno mismo haremos una verdadera inclusión.

«En lugar de medidas efectivas para lograr la conciliación o eliminar los techos de cristal pretendan distraernos con fuegos de artificio»

Cuando el número de directivas sea igual al de directivos en Aragón, cuando a la hora de contratar a una mujer no se mire que se pueda quedar embarazada, cuando los salarios y condiciones laborables sean iguales para hombres y mujeres en el mismo puesto, cuando las empresas tengan el mismo número de mujeres y de hombres en su plantilla, cuando dejen de diferenciar entre trabajo para hombres y trabajo para mujeres…

Cuando el trato, el respeto, la valoración de su trabajo, y sus méritos sean reconocidos por igual, cuando todo esto ocurra podremos hablar de inclusión, de igualdad y no de machismo.

Y esto no se soluciona con manifestaciones feministas enseñando el pecho, ni con un manual del lenguaje.

*Cristina Gil Gil es autora del libro La profe responde y del blog Ideas para crear y disfrutar