Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los ya conocidos ODS llevan la O de Oportunidad de toma de consciencia y de cambio, la D de Determinación para actuar con realidad y con futuro, así como la S de Soluciones factibles y comprometidas desde la ilusión y el pragmatismo, siendo ambos aspectos compatibles y vitales.


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Desde esta raíz, vivo con especial oportunidad, determinación e ilusión el reto y el peso que la educación tiene en dichos objetivos, puesto que todos pasan por la Educación.

Por ejemplo, si quieres «promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible,  el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos» (objetivo 8) o «garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles» (objetivo 12) planteo que las alternativas pasen por la educación formal, no formal o informal.

Esto es una gran noticia, puesto que dichas posibilidades están en nuestras manos, porque depende de nosotros. Esa es la magia de la educación.

A su vez me empapo y creo en los ODS con actitud crítica constructiva en el sentido de que si realmente no ponemos en práctica esa D de determinación y esa S de soluciones, puede que gran parte quede en sólo papel, en una propuesta «interesante, bonita, atractiva, empoderante, etc.» o, como decimos en Aragón, en «agua de borrajas».

Y eso está claro que no lo queremos, sobre todo las personas que amamos la educación.

De momento los ODS nos han proporcionado una toma de consciencia, que ya es mucho, porque desde allí se producen las propuestas de transformación y de mejora. Dicha toma de consciencia ha de ser interna y luego se materializará en acciones concretas.

Esta crítica nace en parte porque los ODS no son del todo novedosos;  hay cuestiones que son siempre esenciales para la humanidad (educación, sostenibilidad, salud, economía, etc.) y paralelamente son un paso firme para plasmar de forma consensuada hacia dónde queremos ir los seres humanos ahora y en la Agenda 2030. Si queremos llegar puntuales a la cita de este año, ya hemos de ir apuntando datos y más datos en la misma.


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He tenido la suerte de ver cómo ya van existiendo estas iniciativas tanto en educación formal como en la no formal. Así en esta última, los ODS toman especial interés en la especificación del Portafolio de Competencias del Voluntariado (CVOL, 2018) del Gobierno de Aragón en el que las personas voluntarias pueden describir sus competencias vinculadas con los 17 ODS.

En el ámbito de la educación reglada van apareciendo cada más proyectos sensibles a los ODS en la plasmación del Proyecto Educativo de Centro y en el Proyecto Educativo Curricular.

Sin ir más lejos, estoy revisando comunicaciones de innovación educativa para el Encuentro de Utopías Educativas de mayo de 2019 y un valor a considerar es cómo se vinculan con los ODS y puedo asegurar que estos son tangibles y están en los ojos de los educandos y educadores.

También, en mayo 2019 impartiré una conferencia en el Encuentro Internacional en los Pirineos: The 2030 Agenda, organizado por la Agencia de Calidad y Prospectiva Universitaria de Aragón (ACPUA), en el que los ODS son explicados desde el Educational Design Thinking (EDT), implementando la creatividad como expresión. En fin, los ODS tienen su impronta.


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Animo al lector a leer los sub objetivos que contempla el objetivo 4, Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos, que es el que tenemos entre las manos, ya que nos lleva a un relato en el que la educación va de «eso» de aprender a aprender a lo largo de toda la vida y para ello la igualdad de oportunidades, la educación como medio de prevenir situaciones de vulnerabilidad, la alfabetización textual, digital y crítica, y la apuesta por un aprendizaje para el desarrollo personal y profesional son, entre otros, motores para volar.

Me gusta especialmente el objetivo 4c que alude de  esta forma: «aumentar considerablemente la oferta de docentes calificados, incluso mediante la cooperación internacional para la formación de docentes en los países en desarrollo, especialmente los países menos adelantados y los pequeños Estados insulares en desarrollo».

Como educadora de presentes y futuros docentes, creo que hemos de considerar el liderazgo que poseemos para procurar ese objetivo 4 no sólo en nuestros vínculos cercanos, sino también lejanos y que cada uno busque la fórmula que vea más propicia o que esté al alcance de sus posibilidades.

Como ya he comentado en más de una ocasión sueño una educación que, en gran forma y fondo, eduque en competencias y aquí los ODS son claves; son estrategias, consensuados y versan sobre la vida para que que está sea más sostenible y de bienestar para todos.

La sociedad cambia, el valor por la educación permanece y como tal ha de ser permeable a la modernidad líquida (en el que la inteligencia artificial, la biotecnología, lo humano, etc. poseen tanta voz y espacio, aunque a veces no se perciba), al cambio, al aprender a aprender que decíamos antes y a esas ces: crítica, colaboración, creatividad y comunicación por las que tanto pujamos los educadores.


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Como les digo a mis hijos a al entrada del centro educativo: «disfruta, aprende y emprende» y a la salida les pregunto sobre cómo ha ido el día en torno a estos tres verbos tan potentes. Un pequeño detalle para ir en la línea de una educación globalizada entre familia y escuela.

Todo ello y más nos lleva a la educ-acción. Sería realmente un win-win, un ganar-ganar educativo, en el que todos sumamos invirtiendo en el presente para ganar en el futuro, porque creo en las personas. Creo en la educación.

Puedes leer más (o incluso crear) #CaminosEducativos en EducationalPaths.com/blog

*Alejandra Cortés es maestra, profesora titular y Vicedecana de Innovación, Investigación y Comunicación de la Facultad de Educación de la Universidad de Zaragoza.