El municipio de Trasmoz, en la provincia de Zaragoza, tiene una historia única. La Iglesia Católica decidió excomulgar el pueblo considerándolo maldito. Su afán por la brujería, la magia y las tradiciones paganas en la Edad Media le situaron en la diana del clero. A día de hoy, tan sólo el Papa podría quitarle la situación de ‘maldito’.


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En el medievo, Trasmoz era un refugio del laicismo inalcanzable para la Iglesia Católica. Todos los pueblos de alrededor eran dependientes de la moral que imponía el Monasterio de Veruela, a los pies del Moncayo, excepto Trasmoz.

Según las leyendas de la zona, las brujas se resguardaban en Trasmoz -en su época de máximo apogeo- para salvarse de la ‘quema’ que proponía la Iglesia a todo aquel que no siguiera la fe católica. Lo cual, incentivaba que en Trasmoz hubiera aquelarres, actos paganos y sacrificios de manera habitual.

A su vez, Trasmoz tenía la potestad de impedir que el Monasterio de Veruela mantuviera un control absoluto sobre el territorio, algo que no sucedía con el resto de pueblos de la zona.

Trasmoz era un poblado casi anárquico: totalmente independiente, por ejemplo en el uso del agua, y con más derechos otorgados por la Corona lo que le daba más autonomía. E incluso llegó a acuñar su propia moneda en el Castillo de la población.

En 1511, el Abad del Monasterio de Veruela, tras la ‘rebeldía’ de Trasmoz al no hacerse sumiso a la orden de la Iglesia Católica, decidió propagar una maldición sobre el pueblo. De esta manera se convirtió en el único pueblo maldito del mundo. El Abad decidió colocar una gran cruz con un velo negro en la entrada del pueblo como símbolo de la maldición que pesaba sobre Trasmoz.


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«Danos tu ayuda contra el adversario, porque es inútil el auxilio de los hombres; Con Dios alcanzaremos la victoria, y él aplastará a nuestros enemigos». Así reza el salmo 108 del Libro de los Salmos con el que quedó maldecido el señor de Trasmoz, sus descendientes y todo un pueblo. No hay nada parecido en el mundo.

A pesar de que el uso de las aguas fue el detonante de la maldición impuesto por la Iglesia, la fama de brujería de la zona, con leyendas sobre hechiceras, agravó mucho más la situación. El poblado de Trasmoz ya había sido excomulgado en el siglo XIII como castigo contra el laicismo.