El estado de bienestar, nos guste o no, se sustenta en la necesidad de crecimiento continuo. En la economía clásica, crecer implicaba producir a base de materias primas naturales, y estas son limitadas. La nueva economía está basada en el conocimiento humano, que es la única materia prima, a priori, ilimitada.

El progreso científico y tecnológico están unidos a la capacidad de crecimiento y por lo tanto al mantenimiento y mejora del estado de bienestar.


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Nuestra esperanza se sustenta en la capacidad de mejora que tenemos los humanos a través de la generación de riqueza que produce el crecimiento económico. Esa capacidad de crecimiento está basada en el progreso tecnológico y en la confianza, porque sin confianza no hay crédito financiero y sin crédito no hay posibilidad de inversión y avance.

Estas son las reglas del juego, se puede luchar por cambiarlas si no se comparten, pero ignorarlas es una grave irresponsabilidad con consecuencias aseguradas.

A principios de 2.000, Zaragoza tuvo la visión de trabajar para posicionarse como una ciudad adaptada a la economía digital, se pusieron los cimientos, y se dieron los primeros pasos. Se empezó a transitar un camino cuya meta era la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos.

Actualmente, la transformación digital de Zaragoza está en un estado de cuasi paralización que nos ha llevado a tirar por la borda los últimos años, con un coste de oportunidad incalculable.

Urge trabajar para avanzar, de la mano de la innovación tecnológica, en la construcción de una Zaragoza más digital, hiperconectada, sostenible y colaborativa, que permita mejorar la vida de las personas que la habitan. 

Debemos promover un entorno abierto de innovación social en el que tanto individuos como organizaciones (instituciones, startups, administraciones, empresas…) contribuyan a enriquecer la vida de la ciudad con proyectos viables que generen progreso económico y empleo de calidad.

«La transformación digital de Zaragoza está en un estado de cuasi paralización que nos ha llevado a tirar por la borda los últimos años»

Es de justicia reconocer el trabajo de la Universidad de Zaragoza, nuestra universidad, como pionera en divulgación y en ciencia ciudadana, y es conveniente apoyarse en ella para prosperar.

Zaragoza cuenta también, con un ecosistema de innovación y emprendimiento social, que está dando frutos en la creación de empresas de la nueva economía.

Debemos marcarnos como reto aprovechar las sinergias de los centros de innovación y creación empresarial públicos y privados, para remar todos en la misma dirección y lograr que ese talento que sabemos impulsar, pueda seguir teniendo posibilidades en la ciudad, también, en las fases de escalado.


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Innovar, creando entre todos, soluciones para mejorar la vida de nuestra ciudad y hacerla más atractiva, es un meta ambiciosa que no solo depende de la capacidad de innovación tecnológica, requiere de un profundo cambio cultural que en ningún caso se puede dar en el corto plazo.

Una visión puramente táctica, propia de la vieja política, recomendaría orientar los recursos a metas cortoplacistas poco efectivas, pero efectistas. Una mirada más elevada, plantea un trabajo colaborativo que repiense el presente y proponga el futuro de la ciudad asumiendo un porcentaje de riesgo nada desdeñable. Ya sabemos que el que no arriesga, no gana.

*Carmen Herrarte es Consejera de Economía, Innovación y Empleo del Ayuntamiento de Zaragoza