Benito Ortiz Perea, el preso que protagonizó una fuga de más de un mes de la prisión de Zuera (Zaragoza), continúa en huelga de hambre en una celda individual de la zona de enfermería del centro y teme que su fuga suponga su traslado a otra cárcel.

Fuentes de Instituciones Penitenciarias han explicado que muestra en todo momento un comportamiento deprimido y apático que ha llevado a los responsables de la prisión a aplicarle un protocolo de prevención de suicidios, con un interno de apoyo para vigilar su conducta.


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Una conducta con la que se ha mostrado a todos los mandos del centro que lo han visitado, así como ante el cura, el psiquiatra, el trabajador social y el educador.

Además, tiene prohibido salir del departamento de enfermería, apenas sale al patio y no se ve con sus hermanos Pedro y Antonio, que también cumplen condena en Zuera.

Desde su reingreso en prisión, el pasado día 3 de este mes, horas después de ser detenido en la estación intermodal de Zaragoza cuando se disponía a viajar a Valencia, se muestra desaliñado, con un pelo más largo de lo habitual en él.

Otras fuentes del recinto penitenciario han destacado que la huelga de hambre y el comportamiento del recluso podrían constituir una treta para eludir las medidas de represalia que la junta de tratamiento del centro le podría aplicar, bien su traslado a un módulo de aislamiento, o bien su envío a otra cárcel.

Estas fuentes han resaltado que el hecho de que Ortiz Perea haya rechazado ser objeto de un seguimiento médico de su huelga de hambre, podría deberse al hecho de que estuviera recibiendo algún tipo de alimento de forma clandestina.

LA FUGA

Ortiz Perea se fugó de la prisión zaragozana la noche del pasado 29 de agosto tras regresar de un examen médico en un hospital de Zaragoza debido a una afección estomacal de la que se quejaba de forma ostentosa.

El preso, una vez superada la ambulancia en la que era trasladado el primer rastrillo de acceso al centro, se liberó de los grilletes que le mantenían amarrado, saltó una valla de más de dos metros de altura y desapareció a la carrera en la oscuridad.

Aunque tras su detención relató a sus captores que había huido a pie hasta Huesca por zonas de campo y que posteriormente regresó a Zaragoza, también a pie por miedo a la vigilancia policial de estaciones de autobuses y ferrocarriles, las fuentes consultadas señalan que pudo contar con ayuda para lograr su propósito.


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La presión policial ejercida en diversas zonas del barrio de Torrero en las que vive su familia le habría llevado a tomar la decisión de viajar a Valencia, donde también contaría con apoyos para ocultarse.

LA HISTORIA DE ORTIZ PEREA

Benito Ortiz Perea, de 61 años y perteneciente a un conocido clan de delincuentes implicados en atracos y asaltos, inició su paso por las cárceles a finales de los años setenta del pasado siglo junto a otros miembros de su familia.

Aunque en el momento de fugarse estaba cumpliendo una sanción de no más de tres meses por no regresar de un permiso penitenciario, el secuestro de una mujer en Zaragoza para robarle el coche y el posterior asalto a una armería de Huesca, a cuyo propietario hirió con una escopeta, le supuso una condena de 25 años y 8 meses.

Ortiz Perea, que fue detenido semanas después de estos hechos en Valencia junto a su hermano, en las inmediaciones de un banco que los policías sospechan que trataban de atracar, está pendiente de la decisión del Tribunal Supremo sobre la condena que le impuso la Audiencia de Huesca.