La Corona de Aragón mantuvo una potente hegemonía durante siglos en la costa mediterránea. Desde Atenas hasta el condado de Barcelona. Y por eso, la Corona exportó la cultura aragonesa a decenas de territorios del Mar Mediterráneo.

Y, según detalla Alfonso Zapater en su obra ‘Tauromaquia aragonesa‘, la fiesta de los toros fue exportada a territorios de la actual Italia durante el siglo XVI. Con un rito distinto al que conocemos ahora, con más valentía en el trance y con un emotivo enfrentamiento entre el toro bravo y el torero.


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El motivo de exportar la fiesta a Nápoles, en el siglo XVI, fue para celebrar la boda de Lucrecia de Borgia, hija del Papa Alejandro VI, con Alonso de Aragón, quién moriría asesinado pocos años después de la boda.

Según relata Zapater en su libro, la ciudad eterna, Roma, fue escenario de corridas de toros. E incluso en el Vaticano se festejaron corridas de toros para deleite de la casta apostólica.

De hecho, en la primera corrida ‘vaticana’ fueron estoqueados hasta cinco toros por hombres armados con lanzas. Los italianos lo llamaban la ‘caza del toro’.

Zapater incluso recuerda en su obra que personalidades de la época mostraban su fascinación por el arte exportado por la Corona de Aragón.

Entre ellos, Rodrigo de Borgia, obispo y vicecanciller apostólico de la Santa Iglesia Romana, ofreció una corrida de toros delante de su casa en Roma; así como el Cardenal César Borgia, hijo natural del Papa Alejandro VI, toreo en varias ocasiones; o también el Pontífice Alejandro VI celebró con festejos taurinos su jubileo en el año 1500.