Hubo una época en la que la magia era clásica, con conejos saliendo de chisteras, y el principal atractivo de los circos eran los animales y las mujeres barbudas. Los tiempos han cambiado para estas disciplinas, no solo en su faceta artística sobre el escenario, sino también explotando su rama más didáctica.


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Ganar en seguridad, saber estar, elocuencia y otros valores se pueden adquirir desde edades tempranas a través de talleres de magia y circo como los que se ofrecen en La casa de las burbujas azules. Este singular espacio, donde prácticamente todo se hace al aire libre ya desde antes de la pandemia, se localiza a las afueras de la localidad de Caspe.

Las actividades en este entorno natural de excepción comenzaron hace seis años, de la mano de Marta Zapata y su Políglota Teatro. Aunque su apellido real es Castelló, Zapata lo ha heredado de su padre, reconocido mago aragonés llamado artísticamente así.

Ella estudió Traducción y habla varios idiomas, con el francés como primera lengua extranjera. Ha vivido en varios países pero la magia siempre ha estado presente en su vida. “A los ocho años empecé a subirme a los escenarios como ayudante de mi padre en los espectáculos”, recuerda. Al final, la vida la ha devuelto a su Caspe natal y a sus raíces artísticas. Ahora, sigue viviendo de la magia sin dejar a un lado su formación. “Siempre intento jugar con los idiomas en mis propuestas”, añade. Además, su madre era maestra y esta vocación docente también la lleva en la sangre.

De todo este mix de vivencias y herencia familiar surge su casa de las burbujas, donde se ofrecen talleres de teatro y circo semanales para niños de entre 3 y 10 años. En estas sesiones se trata de acercar las artes escénicas a los más pequeños de una manera amable. “Aprenden a tener seguridad en sí mismos, a subirse al escenario, a defenderse en público…”, enumera Marta como beneficios de su propuesta. En las actividades, se emplean disfraces y se practican distintas disciplinas circenses, como acrobacias, trapecio, malabares o mazas.

En el recinto también hay un espacio para juegos aéreos, como las telas acrobáticas. De hecho, este fin de semana se ha organizado un taller de acrodanza, con presencia de niños y adultos. Es otra de las patas de la actividad de La casa de las burbujas azules, donde de forma puntual se ofrecen sesiones más personalizadas, según la demanda.

Como denominador común a todas las propuestas siempre está presente la idea de retomar el contacto con la naturaleza y de amor por el medio. “Con la pandemia hemos descubierto que tenemos un entorno maravilloso que nos rodea del que antes no éramos tan conscientes”, asegura Marta. El hecho de que todas sus actividades sean al aire libre se ha puesto ahora mucho más en valor. “Antes, algunas familias se extrañaban de que no hiciéramos casi nada a cubierto pero ahora lo dan por hecho y muchos lo agradecen”, dice.


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El espacio se organiza en una vivienda rural pequeña y en un amplio terreno distribuido en zonas diferentes. Cada una tiene sus estructuras creativas, por ejemplo, una caseta en forma de avispa gigante sirve para guardar los muñecos de un teatro de títeres. También hay gradas para ver espectáculos y una zona de bar.

La finca la completa un parque con un pequeño pinar, donde se practican las acrobacias aéreas y un espacio se destina a actuaciones. Se ha bautizado como el Wood Box, la caja de madera, y por ella pasan cantantes, magos, poetas, clowns… Estos shows forman parte del proyecto “Al arte libre”, una iniciativa que surgió tras el confinamiento para dar la oportunidad artistas rurales de presentar sus espectáculos. 

“Todos salimos ganando, ellos porque actúan, nosotros porque seguimos trabajando y las familias porque tienen una opción de ocio diferente al aire libre”, dice Marta. Dado el éxito de la iniciativa en su primera edición, se le ha dado continuidad, y para el mes de mayo ya tiene cerrado el calendario de actuaciones. 

En esta aventura, a Marta la acompaña su marido Alberto Martín. Es músico y tiene un espectáculo, Blue Tango, con su compañero Rubén León. Como ellos, Marta también sigue llevando su show “Magia sin complejos” allá donde lo quieran contratar. Esta rama de su profesión es más complicada, sobre todo ahora, cuando se huye de aglomeraciones y viviendo en el medio rural.


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Pero este es un riesgo que ya sabían que corrían cuando hace ocho años decidieron establecerse como familia (tienen dos hijos) en una casa en el campo. “Nos gustaba la desconexión y ahora se ha convertido en un mensaje: vivimos de forma sostenible y autosuficiente”, concluye.