Las crecidas del Ebro han sido una constante histórica. Por más que el ser humano haya intentando domar al río, lo cierto es que el Ebro cada cierto tiempo da un susto demostrando su fuerza y su carácter. Sin duda, una de las riadas más importantes que ha sufrido Zaragoza fue la de 1643, tal y como podemos ver en la pintura ‘Vista de Zaragoza’, pintada por Juan Bautista Martínez del Mazo.


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Esta obra, pintada en 1647, y con aires muy velazqueños, es propiedad del Museo del Prado, y es uno de los mejores paisajes urbanos de la Europa de su tiempo, por el detalle y la calidad de las vistas de una Zaragoza que resplandecía en un mar de torres y edificios nobles de aires renacentistas.

En el lienzo, destacan especialmente los efectos que la riada que sufrió el Puente de Piedra a raíz de dicha riada, con las arcadas centrales totalmente destruidas cuatro años después de la crecida del Ebro.

Según una carta escrita por Don Pablo de Eusa y Escárate y dirigida al Marqués de Almonacid y Conde de Pavías que se conserva en la Biblioteca Valenciana Digital, a las 6 de la mañana del 18 de febrero de 1643 comenzó a aumentar la fuerza y el caudal del Ebro, tal y como indica en un estudio Rogelio Galván Plaza, de la Confederación Hidrográfica del Ebro.

Según la carta, a esas horas ya sucedió algo que todavía sucede en la capital aragonesa cuando las aguas del Ebro suben de forma espectacular: la gente empezó a agolparse en la ribera para ver los efectos de la crecida.

Inundación de Zaragoza 1643

Los tres grandes monasterios de la Margen Izquierda se inundaron en 1643 / Instituto Geográfico Nacional

A las 10:30 de la mañana la fuerza de las aguas comenzó a mostrar sus efectos devastadores, al llevarse por delante el puente de Tablas que coexistía junto al de Piedra para garantizar la comunicación entre las dos márgenes del río.

En ese momento, los jurados del concejo de la ciudad, recién salidos de la misa del Miércoles de Ceniza de la Seo, evacuaron a las monjas de Nuestra Señora de Altabás, y también tuvieron que abandonar sus monasterios los religiosos de la actual zona del balcón de San Lázaro y del barrio de Jesús.

E incluso sacaron en procesión hasta el Puente de Piedra al Santísimo Sacramento para intentar apaciguar las aguas, aunque tuvo que ser retirado ante el continuo aumento del caudal.

Justo cuando acababan de abandonar sus monasterios los religiosos de San Lázaro, la fuerza del agua hizo caer las dos arcadas centrales del Puente de Piedra, dejando la estampa que cuatro años después inmortalizó Juan Bautista Martínez del Mazo.

Además del Puente de Piedra, una de las zonas más afectadas fue la de la Puerta Sancho, situada en la actual Almozara. Hacia las tres de la tarde, la ciudad acudió a socorrer a esta zona que comenzaba a ver cómo las aguas penetraban y subían de forma amenazadora, inundando conventos como el de Santa Lucía, o el convento carmelita de las Fecetas. Por suerte, a  las pocas horas el agua comenzó a descender.

En total, fueron afectados 3 monasterios y 53 casas del Arrabal, y 7 monasterios y 143 casas de la Margen Derecha. De lo que no hay datos es de las afecciones en los campos y casas labriegas que fueron afectadas por la subida de las aguas. En la carta, tan solo se dice que campos y huertas quedaron convertidos en un arenal al retirarse las aguas.


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Una vez que el Ebro volvió la normalidad, también hay constancia de que los Jurados de la Ciudad instalaron un puente provisional de barcas para permitir la comunicación de las dos orillas, iniciándose asimismo la reconstrucción de los dos puentes con los que contaba la ciudad. El de tablas fue reconstruido con bastante rapidez, y fue inaugurado en 1644 por Felipe IV, mientras que el de Piedra fue acabado en 1659.