Fernando II de Aragón, más conocido como Fernando El Católico, nació en Sos un 10 de marzo de 1452. Y aunque la historia se ha empeñado en las últimas décadas a empequeñecer la figura del monarca aragonés, poniendo siempre por delante a su esposa la reina Isabel, lo cierto es que Fernando fue un gran estadista y figura de referencia en el mundo de la política y la diplomacia en un momento de cambio histórico, de la Edad Media, a la Edad Moderna.

Ese intento de hacer quedar a Fernando como una mera marioneta, comparsa de Isabel, puede que tenga que ver con la visión castellana de la historia. Pero sus capacidades diplomáticas y de estrega brillante no se escaparon a autores como Maquiavelo, quien puso el monarca aragonés como modelo de buen gobernante cuando escribió ‘El Príncipe‘, el tratado político más famoso de la historia. En 1513, Maquiavelo, escribía «Ninguna cosa le granjea más estimación a un príncipe que las grandes empresas y las acciones raras y maravillosas. De ello nos presenta nuestra era un admirable ejemplo en Fernando de Aragón».

Lo cierto es que, leyenda negra al margen, Fernando e Isabel protagonizaron momentos históricos que fundarían las bases de la historia moderna no solo de los reinos peninsulares, sino del mundo en su conjunto. En este sentido, durante su reinado, con acontecimientos como los viajes de Colón con el correspondiente descubrimiento de América o las conquistas de Granada o Nápoles, los Reyes Católicos pusieron las bases para la creación del imperio que dominó el mundo en los siglos siguientes.

Hijo de Juan II de Aragón, y de su segunda esposa, doña Juana Enríquez, hija del almirante de Castilla , Fernando no estaba destinado a ocupar el trono de la Corona de Aragón. Pero la muerte de su hermano primogénito, Carlos, príncipe de Viana, hizo que Fernando se convirtiera en heredero de la corona aragonesa. Así, fue rey de Aragón entre 1479 y 1516, rey de Castilla como Fernando V entre 1474 y 1504, de Sicilia como Fernando II entre 1468 y 1516, de Nápoles, como Fernando III, entre 1504 y 1516, de Cerdeña, como Fernando II, entre 1479 y 15155, y de Navarra, como Fernando I, entre 1512 y 1515.

BODA CON ISABEL I DE CASTILLA

Los Reyes Católicos gobernaron la mayor parte de los reinos peninsulares

Su boda con su prima, la infanta Isabel de Castilla, sería otro de los hechos que marcarían el reinado del monarca aragonés. Juntos, Fernando e Isabel, o Isabel y Fernando, porque tanto monta, monta tanto, gobernarían la mayor parte de los reinos peninsulares, forjando la estirpe que en los siglos siguientes darían lugar al nacimiento de la España que conocemos hoy.

Aunque durante el reinado de los Reyes Católicos, los distintos reinos peninsulares todavía mantuvieron su independencia y su personalidad jurídica, aunque estuvieran unidos por la misma monarquía. Según la concordia de Segovia (1475), los aragoneses no podían ocupar cargos públicos en Castilla, al ser considerados ciudadanos extranjeros. En esa misma concordia, y tras fuertes tensiones con la nobleza castellana, Fernando fue proclamado corregente de Castilla con los mismos derechos que Isabel, siendo reconocido como Fernando V. En cambio, Isabel nunca pudo ejercer de reina de Aragón, tan solo fue reina consorte.

Eso se explica porque el matrimonio de Fernando e Isabel fue un matrimonio de conveniencia para fortalecer sus derechos y al seguridad de sus respectivas coronas frente a guerras civiles, como la sucedida en Castilla frente a la alternativa a Isabel, Juana la Beltraneja, o enemigos externos, especialmente, frente a Francia. Pero más allá de ese apoyo mutuo, lo cierto es que hasta el siglo XVIII, con la llegada de los Borbones y los decretos de Nueva Planta, cada reino mantuvo su independencia.

La única institución común en Aragón y Castilla, además de la propia Corona, fue la Inquisición, el tribunal fundado en 1478 por los Reyes Católicos para ser tribunal religioso, pero también instrumento del poder político al llegar allí donde no podía ejercer la jurisdicción real.

LOS TRIUNFOS DE FERNANDO: CONQUISTAS Y DIPLOMACIA

Dentro de los proyectos que Fernando puso en marcha, hay varias iniciativas en los que el monarca puso especial empeño: la expansión por Italia para proseguir con la expansión de la Corona de Aragón por el Mediterráneo, además de la conquista de Granada, una campaña clave para acabar con el último reducto musulmán de la Península, y en la que contó con el apoyo de la reina Isabel. Durante la campaña de Granada, comenzaron a mostrarse las capacidades militares y diplomáticas de Fernando.

Ese apoyo de la reina castellana no fue tan clara con los intentos de recuperación del Rosellón y la Cerdaña, dos condados pirenaicos en disputa con Francia. Isabel se oponía por el riesgo de abrir un nuevo conflicto entre los reinos peninsulares y el vecino del norte. Finalmente, mediante el Tratado de Barcelona firmado en 1493, Fernando ocupó estos dos territorios pirenaicos ocupador por Francia desde 1463. Por otro lado, también se lanzó a la conquista definitiva de las Islas Canarias, como paso previo a las expediciones hacia América.

Aún así, el conflicto con Francia se produjo por la expansión italiana. En 1594, dos años después de la conquista de Granada y del descubrimiento de América, el rey Carlos VIII de Francia conquistó Nápoles, y el rey Fernando de Aragón contestó de forma fulminante creando la Liga Santa, una coalición con el Papado, Milán y Venecia para contestar a los franceses. Las guerras de Italia se prolongaron hasta 1559, y finalmente, acabaron por sentar las bases para la hegemonía aragonesa en este rincón del Mediterráneo.

Entre las partes negativas del gobierno de Fernando e Isabel, destacan en 1492 la expulsión de todos los judíos que no se bautizaran, o la pragmática de 1502 que ordenaba la conversión o expulsión de todos los musulmanes del reino de Granada.

Lamentablemente, el reinado de los Católicos se vio truncado cuando Isabel murió en 1504. Entonces, Fernando se vio obligado a dejar el gobierno de Castilla, volviendo a sus dominios aragoneses temporalmente. Un año después de la muerte de Isabel, Fernando firmó con Luis XII de Francia el tratado de Blois, para contrarrestar el poder de Felipe el Hermoso, esposo de Juan la Loca.

El Católico era enemigo declarado de Felipe el Hermoso, y para intentar evitar que los territorios de la Corona de Aragón fueran gobernados por ellos, Fernando decidió contraer matrimonio con Germana de Foix, sobrina del rey francés. Con ese matrimonio, el monarca aragonés pretendía tener nueva descendencia para que Aragón continuara siendo un reino independiente y no pudiera ser gobernado por Felipe. En 1509 Fernando y Germana tuvieron un hijo, aunque sólo vivió unas horas. Si hubiera sobrevivido, este niño hubiera heredado la Corona de Aragón, mientras que Carlos V hubiera heredado Castilla.

Felipe el Hermoso murió prematuramente también (todos recordamos a la reina Juana acompañando el cadáver de su esposo por tierras castellanas), y el rey Fernando intervino activamente para lograr la incapacitación de su propia hija. Juana fue declara trastornada, y encerrada en Tordesillas,

Tras la incapacitación de su hija, Fernando volvió a Castilla para gobernar como regente, mientras el heredero, el príncipe Carlos, era educado en Flandes. Antes de fallecer en Madrigalejo un 23 de enero de 1516, Fernando dictaminó que Carlos, conocido como Carlos I, fuera rey de Aragón y de Castilla.

En la recta final de su vida, también destaca la conquista del Reino de Navarra. Fue en 1512 cuando con el apoyo del bando beamontés, Fernando conquistó el reine con tropas aragonesas, castellanas y vascas, al mando del II duque de Alba.